Que la relación entre club y jugador hace aguas no es un secreto, al contrario, es una afirmación del mismo Leo Messi que se ha cargado todo, sin especificar el por qué, pero se siente utilizado. Pero el extremo de ver cómo los servicios de comunicación del Barça intentan hacer creer al culé que sufre molestias en el tobillo y él mismo sale, ni 24 horas después, en una entrevista grabada diciendo que se va por estas fiestas a Argentina porque le encanta la Navidad me parece atroz.

Demuestra que Leo va a su rollo, como Piqué y tantos otros. Hoy en día, lo único que tienes que coordinar con el club es si quieres entrevistar al Pedri de turno. Pero las vacas sagradas ya no informan ni interaccionan con el Barça. Si Messi quiere conceder una entrevista a Jordi Évole se la da, sin pasar filtros, por real decreto e incluso diciendo con toda naturalidad que se toma unas vacaciones.

Y este, sabiendo el ridículo que hará el club si mienten con una supuesta lesión, no les avisa que hace unos días grabó un "preguntas y respuestas" diciendo todo lo contrario. ¿Para eso hace falta un departamento con más de 50 personas trabajando? Y el problema no es el de los grandes profesionales que hay detrás, si no la falta de confianza que hay entre jugadores y lo que quede de directiva.

Más allá del ridículo, hay otro síntoma inequívoco. Messi se quiere ir pero madurando la imagen y mejorando la versión que dio a sus devotos con el famoso burofax del verano pasado. Todavía me acuerdo, y parece que hace un siglo, cuando justo hace tres temporadas, el argentino era de los primeros en reincorporarse, venir antes de lo marcado a entrenar durante la pretemporada o pasar la cartilla a Neymar porque este sí se despistaba con sus fiestas e intentaba prolongar su retorno porque le daba demasiada pereza incorporarse a la disciplina.

Messi no es Neymar. No se va a Argentina porque añora una gran farra pero está desilusionado, se motiva con la pelota pero son sus momentos puntuales. Cuando está fuera del campo, prioriza otras cosas, le falta ilusión y le empiezan a sobrar años. Y sobre todo, lo que ahora respira, más allá de algunas chiquilladas que pueda hacer, es madurez. Y sabe que el fútbol, y sobretodo el Barça, ya no es su única vida.