No me gusta el tratamiento que se está dando al fenómeno Ansu Fati desde algunos sectores del barcelonismo. No me gusta que le exijan. No me gusta que le metan presión. No me gusta que pretendan ponerle barreras. No me gusta que le quieran convertir en un Bojan. Hay que remar para convertirlo, con toda la prudencia y el respeto, en un Messi.

Hubo voces que tras el empate en Dortmund se atrevían a decir cosas como que “a Ansu le ha quedado grande el escenario, le ha podido la presión”. ¿Qué esperaban? ¿Que un chaval de 16 años no se deje impresionar por todo un Westfalenstadion lleno hasta la bandera y cantando imperativamente en un idioma tan amable como es el alemán?

Eso impresionaría hasta al más valiente. Pero resulta que el pequeño Fati no se escondió, al contrario. Cogió el balón, encaró, trató de regatear, amenazó y fue más activo que sus dos experimentados compañeros de ataque. Esos que lo han ganado casi todo y cobran 20 veces más que él, como mínimo. Mientras los demás estaban agazapados, Ansu mostraba su desparpajo innato.

Fue un valiente entre cobardes en un escenario que no solo se comió a Ansu, que es lo más normal del mundo, sino a todos los jugadores del Barça salvo a Ter Stegen, cosa que ya no es tan normal.

Antes del partido ya publicaban algunos que si podía batir otro récord. ¿Pero qué más dará eso? ¡No le metan presión al chaval con los récords! Lo que tiene que hacer es fluir, divertirse en el campo, exhibir su talento con naturalidad. Sin presión de ningún tipo. De los récords se informa cuando se logran. 

Y aún peor me parece el discurso de Valverde este viernes en la previa del Granada-Barça. ¿Qué quiere decir que perder a Ansu sería un “contratiempo”? ¡Pero si nadie contaba con él hace mes y medio! ¿Esa es la planificación deportiva del cuerpo técnico?

Si Valverde quiere cuidar y ayudar al buen desarrollo de Ansu, no tiene que cargar esa responsabilidad sobre sus espaldas. Perder al pequeño Fati no es ningún contratiempo. Es la realidad y, por tanto, la posibilidad de contar con él es un regalo, una fortuna. No le demos la vuelta a la tortilla.

Fati tiene 16 añoslo acaban de nacionalizar español y posiblemente le haga mucha ilusión jugar un Mundial de fútbol sub-17 con la selección española ¡en Brasil! ¿Debe renunciar a una experiencia así por calentar el banquillo del primer equipo durante el mes de noviembre?

Oiga, si resulta que en noviembre vuelven a estar Messi, Suárez y Dembelé lesionados, pues todo es hablarlo, el escenario cambia. ¿Pero estando todos disponibles y teniendo a Carles Pérez hay que evitar que Ansu participe en un Mundial? ¿Me lo dicen en serio?

El ejemplo más claro a mano es el de Leo Messi en 2008. Pep Guardiola se estrenaba en el banquillo del Barça y se jugaban los Juegos Olímpicos de Pekín. Pep, que es muy listo, hizo de Cruyff y entendió perfectamente que el joven Leo necesitaba vivir esa experiencia y disfrutarla. Y así fue.

Messi ganó las olimpiadas y regresó con una sonrisa de oreja a oreja. Y nunca olvidó el gesto del entrenador concediéndole la posibilidad de hacer realidad ese sueño. A partir de ahí, el compromiso de ambos era total y las cosas fluyeron tanto que se forjó el mejor equipo de la historia.

No seamos bobos. No nos obcequemos con Ansu. Que tome él sus propias decisiones con libertad, sin la influencia asfixiante de factores externos. A un lado la presión, ¡dejen que disfrute!