Toni Freixa entró en la disputa de la presidencia del Barça sin armar tanta bulla y poco a poco ha ido ganando credibilidad. Hasta el punto de que hoy en día hay quienes le otorgan cierto favoritismo si en la votación del próximo 7 de marzo se produce una alta participación. Freixa ha demostrado valentía metiéndose en una disputa que, en principio, parecía exclusiva de un candidato (Víctor Font) que augura un futuro mejor, y en la que luego irrumpió Joan Laporta avalado por la nostalgia de un pasado esplendoroso, pero no exento de espinas.

En su campaña, Freixa ha levantado la bandera de la fidelidad al club por encima de personalismos y resultados deportivos. Y también se ha presentado como el único candidato que no tiene alianza política alguna. Pero, sobre todo, no ha tenido miedo en reivindicar la figura del expresidente Josep Lluís Núñez. También ha sido crítico con la gestión de Josep María Bartomeu pero, al mismo tiempo, ha defendido la continuidad de algunos proyectos que dejó el expresidente.

La aparición del candidato de Fidels al Barça ha puesto nerviosos a muchos partidarios de Laporta que, a través de las redes sociales, han lanzado insultos e incluso han dudado de la autenticidad de las firmas conseguidas por Freixa para ser declarado candidato en un intento de desactivar sus opciones. La provocación de esta irritación en el bando oponente demuestra que la campaña de Freixa ha trabajado en la búsqueda de un voto que está en el aire, un voto que está distanciado de la añoranza que viste a Laporta y de la expectación que despierta Font. Freixa ha entrado en esa lucha con la aspiración de brindar al barcelonismo una tercera vía y, aunque está lleno de optimismo y cree en sus posibilidades, es consciente de que la pole position no es suya. Luchar en este ambiente de desilusión que vive el Barça y ante dos candidaturas con mucho peso político dice mucho de Toni Freixa.