La temporada pasada tuvo excusa. Ernesto Valverde jugó casi todo el año con el mismo once y con un nuevo dibujo nunca visto antes en el Camp Nou. Un 4-4-2 que pudo hacer valer con la desafortunada lesión de Dembelé. La Liga y la Copa del Rey avalaron al técnico en su primer año como entrenador azulgrana. Un doblete que solo estropeó la debacle en Roma. 

Pero el fútbol es efímero. Un día eres el mejor y otro día eres el peor. Les pasa a todos. El Barça fue un equipo sin sangre frente al Athletic Club y contra el Tottenham todo el mundo enterró los fantasmas. Unos fantasmas que volvieron a resurgir frente al Valencia. El técnico repitió once, a excepción de Vermaelen que sustituyó a Lenglet en la alineación, pero ni el dominio, ni la posesión fueron suficientes. 

Algo no cuadra. Cuando se tienen que hacer rotaciones no se hacen y cuando el equipo pide cambios desesperadamente, tampoco. Un despropósito total. Valverde tiene mi confianza. Puede --y espero-- que solo sea una mala racha que atraviesa el equipo. De hecho, prefiero que sea ahora que no en cuartos de la Champions League como ocurre cada año. Sobre sus decisiones de la temporada pasada no le culpó, ¿quién se atreve? Tenía un banquillo que, sin ánimo de despreciar a nadie, no estaba a la altura de los titulares. 

André Gomes, Paco Alcácer, Semedo, Lucas Digne, Aleix Vidal, Yerry Mina o Paulinho. Jugadores de gran talento, pero sin nivel Barça --en algunos casos-- y con una competencia tan abrumadora que ganarse un sitio se antojó imposible. Ante esta situación, y con la Champions como objetivo principal, la dirección deportiva se puso manos a la obra. 

Una foto de archivo de Messi, Paulinho y Deulofeu / EFE

Una foto de archivo de Messi, Paulinho y Deulofeu / EFE

Una foto de archivo de Messi, Paulinho y Deulofeu / EFE

El 31 de agosto, Éric Abidal le trajo cuatro nuevas caras por 131 millones de euros. Ni Griezmann, ni Willian acabaron de azulgrana, pero las alternativas eran y son alentadoras. Arthur, Malcom, Lenglet y Arturo Vidal. Además, contó con el regreso de Munir y Rafinha y dos canteranos con ficha del primer equipo Carles Aleñá y Sergi Samper. 

La plantilla del Barça asusta. Lo dijo hasta Messi, pero de nuevo los miedos de Valverde pasan factura. De momento, el equipo lleva una cuenta de nueve puntos tirados a la cuneta y el liderato perdido. Ante el Valencia el equipo estuvo bien, pero en el minuto 60 había jugadores en el verde con la lengua fuera. El sobreesfuerzo efectuado en Wembley pasó factura, y los miedos del extremeño por perder, tampoco dieron vida al equipo para ganar. 

Dembelé ingresó en el 83' y Rafinha en el 87'. El tercer cambio no hizo ni falta. Malcom en la grada, un jugador que no pidió pero que tiene un potencial envidiable. Para mí, mejor que Dembelé. Arturo Vidal no entró, obvio. Debía ser castigado y tampoco hacía falta un mediocentro para aguantar el resultado. Hacía falta desde el minuto 70 un delantero con gol. ¿Por qué no se puede sentar a Suárez? Paco Alcácer se hincha a goles en Alemania, y Munir apunta a ser la segunda parte. Minutos residuales que ha aprovechado siempre. Fue él quien empató frente al Athletic Club. 

Munir El Haddadi, delantero del primer equipo del Barça / FCB

Munir El Haddadi, delantero del primer equipo del Barça / FCB

Munir El Haddadi, delantero del primer equipo del Barça / FCB

Lo de las vacas sagradas se tiene que ir acabando. Si Suárez está para 60 minutos, que juegue 60, se dosifique y juegue otro que pueda hacer valer su oportunidad. Si no cumple vendrá otro. Y así sucesivamente en todas las posiciones. Quien no arriesga no gana. Y el conservadurismo de Valverde no se aguanta. No al menos con el banquillo que tiene este año. No hay grandes nombres, pero hay grandes proyectos futbolísticos. Arthur es el claro ejemplo

Sin banquillo no habrá ni Liga, ni Copa, ni Champions. Valverde debe despojarse de sus miedos y el equipo debe ayudarle a él y a sus compañeros. Dejar de encajar a la primera de cambio, sentenciar los partidos lo antes posible y dar descanso a los titularísimos y oportunidades a los recién llegados. Un win-win para todos.