El domingo Santi Cañizares, el exportero y desde hace unos años comentarista deportivo en radio y televisión, anunció que en una reunión con el Colegio de Árbitros propuso añadir un exfutbolista a la sala de realización del VAR (vídeo arbitraje). La propuesta, por fortuna, no pasó el corte. Si ya ahora el bendito VAR está bajo sospecha, imagínense ustedes lo que daría para escribir y hablar que se supiera que en un clásico en esa dichosa sala estuviera un ex del Barça o del Madrid.

El VAR es una figura que sobre el papel tiene que actuar de asistente del árbitro principal en cuatro casos: en goles, penaltis y expulsiones dudosas y en el momento de que se produzca una confusión de la identidad de un jugador. Fue puesto en práctica con la idea de finalizar con las polémicas que generan las decisiones de los colegiados. El objetivo era ayudar, nunca avivar la discusión y mucho menos aumentar la desconfianza sobre el juez central. Pero miren por dónde ha conseguido todo lo contrario. Hay más recelo que nunca y la controversia se ha amplificado.

El sueño era que actuara como el “ojo de huracán” que desactivó las disputas entre los tenistas y los jueces. A diferencia del tenis, donde una bola queda marcada en la pista y las cámaras reflejan perfectamente las imágenes, ya sean sobre decisiones de puntos como de comportamientos antideportivos de los jugadores, en el fútbol el VAR mantiene vivas las interpretaciones. El árbitro y sus ayudantes de la sala de realización, aunque miren varias veces las imágenes, siguen sometiendo la decisión final a una interpretación.

Lo que se está comprobando con el VAR es que la colocación de más personas en la sala de realización no representa una ayuda vital en la toma de una decisión justa, y mucho menos acaba con las sospechas. Ya lo vivimos al final de la Liga pasada cuando el Madrid resultó favorecido y estamos asistiendo a episodios idénticos en la presente. La FIFA es consciente que tendrá que estudiar una mejora sustancial del vídeo arbitraje porque hasta ahora no ha cumplido con su principal objetivo, que no es otro que el de repartir justicia para todos.