El Barça de Koeman es otro Barça. Un Barça con menos talento, con un fútbol discontinuo, pero más competitivo. Le falta clase, pero tiene las dosis justas de ambición para maquillar sus graves carencias. Al menos, ante rivales de segunda clase. Todavía no está para competir con los grandes equipos, pero resiste en circunstancias adversas. Cada día más solvente en ataque, palidece en defensa, con futbolistas que suelen dar la nota como Umtiti o Júnior.

A un mundo del Atlético en la Liga y con una plantilla insuficiente para competir en Europa, el escenario de las grandes pesadillas, el Barça se ilusiona con la Copa del Rey, competición a la que parece reservar sus grandes gestas. Es anormal que sufra ante Cornellà, Rayo y Granada, pero el Barça posbartomeu está cogido con pinzas.

El Barça actual recuerda al Barça de los 80, a un Barça que apenas competía en la Liga y que tiraba cohetes si ganaba la Copa o la Recopa. El de Koeman, es un Barça menor, en construcción, que está a tres partidos de ganar el primer título. La Copa del Rey es la gran opción, eliminados prematuramente el Atlético y el Real Madrid.

Con su economía maltrecha e institucionalmente debilitado a la espera del nuevo presidente, Koeman se ha convertido en el nuevo portavoz del club. En una situación tan delicada, el holandés es el técnico ideal para un equipo que arrastraba muchos vicios. Su apuesta por los jóvenes ha sido el mejor remedio para combatir el desencanto.

Koeman ha sabido motivar a Messi, cuyo futuro en el Barça es incierto. El héroe de Wembley ha conectado también con Griezmann, a quien ha sabido acoplar con el astro argentino, una tarea nada fácil que amenazaba con dinamitar el vestuario. Meritoria también es la reconversión de Dembélé, cada vez menos empanao pero descarado e irreverente como siempre. Con todo, su apuesta más atrevida ha sido por Pedri, futbolista que pasó del anonimato al estrellato en pocas semanas.

La torrija del Madrid también ayuda al Barça. Los blancos andan despistados por la Liga y fueron humillados por el modesto Alcoyano en la Copa. Claro que siempre les quedará la Champions, competición en la que redimen sus  pecados y prolongan su gloria. En circunstancias peores ha sido campeón de Europa el Madrid, pero cuesta imaginar a Ramos levantando la orejona en primavera. Sería, sin duda, la peor noticia para el barcelonismo.

Barça y Madrid sufren más que se divierten. El coronavirus y cierta desidia les ha pasado factura. La noticia, pésima para los dos colosos, es buena para el fútbol español, que ha vuelto a igualarse. Sevilla, Athletic y Real Sociedad, entre otros, ya no se acobardan cuando se enfrentan a barcelonistas y madridistas, hegemónicos cuando Guardiola y Mourinho o Luis Enrique y Zidane dirimían sus batallas. Eran otros tiempos. Tiempos de glamur y buen fútbol, con estilos antagónicos pero ganadores. Hoy, el Barça se conformaría con mucho menos. Con una copa reparadora.