En el mundo del fútbol, cuando la pelota no entra, siempre se señala primero al entrenador. Es un mantra que se aplica prácticamente desde que se empezó a dar patadas a un balón, salvo en honrosas excepciones, como en el caso de Arsène Wenger en el Arsenal, que aguantó más de dos décadas en el equipo londinense con la sala casi vacía de trofeos.

Pero en un mundo cada vez más competitivo y exigente como el de la alta competición, si no hay resultados, no hay futuro. Xavi Hernández ha sido el primero, además, en autoexigirse títulos desde que cogió los mandos del FC Barcelona, una presión extra que se le puede girar en contra en caso de acabar el curso con las manos vacías.

Si miramos un poco atrás y hacemos un ejercicio de memoria, los hombres que habían sonado para ocupar el relevo de Ronald Koeman en el banquillo, antes de que Joan Laporta se acabara decidiendo por Xavi, tampoco han mostrado ser una garantía de nada, por aplicar un eufemismo.

El primero de la lista del actual presidente era el italiano Andrea Pirlo. El ahora técnico del Fatih Karagümrük turco gustaba porque, según Laporta, le recordaba a Frank Rijkaard, un técnico con buenas formas y porte. Bajo esa premisa, y tras fracasar estrepitosamente en el banquillo de la Juventus, no parecía tener el consenso del resto del área deportiva, que veían a Pirlo como un salto al vacío.

La segunda opción era un entrenador germánico, Hansi Flick, que venía de destrozar al Barcelona en la Champions con una de sus derrotas más dolorosas. Pero, finalmente, Flick se decantó por la selección alemana, donde ha acabado mordiendo el polvo en la fase de grupos, tras perder 2-1 contra el Japón.

Otro que también sonó con fuerza fue Robert Martínez. El catalán, al frente de Bélgica, ha consumado una de las participaciones más desastrosas en un Mundial que se le recuerda a los diablos rojos. Martínez presentó su dimisión inmediata tras no haber sabido gestionar los egos de sus jugadores más importantes.

Thomas Tuchel, también entrenador de la escuela alemana, fue otro de los nombres que llegaron a la mesa de Laporta, pero en aquel momento el Chelsea no quiso saber nada. Unos meses después era echado a patadas del club inglés, como también lo fue en su día del PSG.

Algunos nostálgicos reclaman la vuelta de Luis Enrique para poner un poco de orden, pero no hay que olvidar que el seleccionador español estuvo a punto de salir del Mundial por la puerta atrás tras perder 2-1 contra el Japón. Finalmente, la Roja ha sido eliminada por Marruecos en octavos tras una actuación muy decepcionante. Empezaron muy bien goleando a Costa Rica, pero el balance es pobre: una victoria en cuatro partidos. 

Evidentemente, el nombre que daría un consenso entre gran parte del barcelonismo es Pep Guardiola. Pero su renovación, por dos años más con el Manchester City, convierten esta opción en un sueño imposible.

Llegados hasta este punto, conviene analizar el papel del actual entrenador del FC Barcelona. Nadie puede discutir que su papel en la Champions ha sido más que decepcionante -aunque algunos arbitrajes hayan rozado lo deshonesto- y que tras un año al frente del banquillo aún no ha sumado ningún trofeo a las vitrinas del Museu, pero no es menos cierto que ha conseguido números espectaculares en la Liga -con el 0-4 en el Bernabéu como mejor exponente-, que ha devuelto al culé al Camp Nou al sentirse identificado con el equipo y que desde el club se ha hecho una apuesta importante para regresar al círculo virtuoso que enamoró al mundo hace quince años.

De ahí que, a todos esos haters de Xavi, que los tiene y muchos, habría que recordarles, que después de Xavi no hay nada más que el abismo. Si quieren dar el salto, allá ellos…