“¿Y ahora qué hacemos con Dembelé?”. Esta fue la pregunta que hizo Xavi Hernández al director de fútbol, Mateu Alemany, en la reunión improvisada que mantuvieron en la Ciutat Esportiva, al día siguiente que se cerrara el mercado y un poco antes de que el ejecutivo tuviera que irse a Mallorca por un problema familiar. La respuesta de Alemany fue tan clara como contundente: “Ya sabes que el club se siente engañado por él y por su agente”. Una respuesta que dejaba todo en el aire de cara a la reunión que tendrá el presidente Joan Laporta con Xavi en las próximas horas para abordar el futuro del jugador. Una cumbre donde se espera también la presencia del director de fútbol, del vicepresidente Rafa Yuste y del jefe del área internacional, Jordi Cruyff.

Así, a bote pronto, las posturas están tan distanciadas que encontrar una solución que contente a todas las partes parece misión imposible. Por una parte está el club, que considera que Ousmane se ha reído del Barcelona y que no puede vestir ni un día más la camiseta, y, por otro, los técnicos, que entienden la postura intransigente del club, pero si no puede contar con el jugador, de aquí a lo que resta la temporada, prefieren no tenerlo dentro de la plantilla.

Con estas divergencias tan claras se ha de llegar a un consenso que sea el menos perjudicial para el Barcelona. Y decimos menos perjudicial porque está claro que el Barça pierde en todos los casos. Se trata de un claro ejemplo de conflicto de suma cero, que el matemático húngaro estadounidense John Von Neumann profetizó en su teoría de juegos para aventurar quién ganaría en una supuesta Tercera Guerra Mundial. La conclusión de Von Neumann fue que no habría ningún ganador y que perderían todos.

Pues aquí, vamos abocados al mismo resultado final. Si finalmente el club decide dejar en la grada a Dembelé de aquí a lo que resta de curso, el perjudicado no sólo será el jugador, sino también el técnico, que desde el primer día dijo que no contemplaba tener a un jugador en la grada, y también los compañeros, que verán a Ousmane como una víctima de la intransigencia de los responsables del club.

Por el contrario, si al final se decide que siga jugando como un futbolista más de la plantilla, el perdedor será Laporta, que dejaría en entredicho la capacidad de decisión del club, al doblegarse a las primeras de cambio al jugador, abriendo un precedente muy peligroso de cara al futuro.

Tal como están las cosas, la postura que podría crear más consenso entre todas las partes -menos en el jugador y su agente, que no estarán presente en la reunión- sería la carta de libertad o en el peor de los casos la rescisión de contrato. De esta forma, tanto Laporta como Xavi se quitarían un buen marrón de encima: el club, porque demostraría su fortaleza a la hora de asumir una decisión con todas las consecuencias, y el técnico, porque no tendría que lidiar cada día con un jugador que no puede contar con él.

Pero para conseguir dar este último paso hay que tener la aprobación de Dembelé. Al menos en la carta de libertad, ya que se ha de llegar a un acuerdo para pagar parte de la ficha hasta que no encuentre un nuevo club. En cambio, para la rescisión de contrato, no se necesita llegar a ningún acuerdo con el futbolista, aunque si se ejecuta de manera unilateral, hay que liquidar al jugador toda la nómina que le falta por cobrar.

Así pues, el pobre Von Neumann, que murió en 1957, no tendrá la oportunidad de comprobar in situ si su teoría de juegos de suma cero es realista o no. Lo que está claro es que nadie gana y todos pierden en el conflicto Dembelé.