Como ya falta menos para regalar a Pjanic, Umtiti, Coutinho y alguno más, esos mismos cuyas ficticias ventas iban a permitir nada menos que el fichaje de Haaland tan solo unas semanas de sustantivo delirio atrás, al barcelonismo le conviene centrarse ahora en lo poco positivo que de momento acontece por su depauperada realidad. De entre esos charquitos en el desierto cabe destacar, por supuesto, que Pedri lleva tres partidos en los Juegos Olímpicos sin lesionarse. Pero también que un futbolista muy particular no solo ha debutado de azulgrana, sino también como abanderado de la esperanza culé. 

Memphis es un Rey Criollo con rostro de niño, cuerpo de león y corazón de rock'n'roll. Sus vertiginosas galopadas contra el Girona apenas signifcan nada en lo competitivo, pero han dado un vuelco a la imagen que el aficionado azulgrana tenía del neerlandés, sus extravagantes looks y su dudosa carrera musical. Ahora sabemos que ha llegado a territorio azulgrana con una misión: apartar nuestros ojos vidriosos del infernal Excel que nunca cuadra y obligarnos a mirar de nuevo al balón. Como cantaba Elvis Presley, un poco menos de conversación y algo más de acción, maldita sea.

Con Messi ni siquiera aterrizado aún en Barcelona, Kun en el taller para regenerar sus maltrechos cartílagos y Griezmann aguardando con paciencia franciscana a que el Atlético lo salve de sí mismo, el único delantero destacable en los primeros ensayos de pretemporada había sido Rey Manaj, a quien cada viaje a la red solo le servía para aspirar a ser vendido a un equipo mejor. En este panorama sin duda deprimente, Memphis saltó al escenario para demostrar que es un jugador ilusionado e ilusionante, y su irrupción en el equipo rebeló al sufrido barcelonista contra la molicie.

No todos los muchachos nacidos entre Alkmaar y Eindhoven que sueñan desde niños con jugar en el Camp Nou son cabezas de cartel capaces de encender el ánimo azulgrana desde las mismas pruebas de sonido, como demostró el ahora entrañable Van Gaal cuando abusó del puente aéreo entre el conservatorio del Ajax y La Masía con desigual resultado. Pero los dos últimos que han llegado a Barcelona, Frenkie y Memphis, son auténtica música del diablo, y se puede decir que valen el precio de una entrada. Buena cosa, porque la tesorería del club necesita recaudar todo lo posible por esa vía en cuanto el maldito virus permita que la gente vuelva a los estadios.

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