Solamente del mejor futbolista de la historia se puede decir que es un Dios e implicar al mismo tiempo que ha bajado de categoría. Pero así es, astuto lector: la Milonga del Burofax, de la que Andrés Calamaro debería dar cumplida cuenta musical a no mucho tardar, ha derretido las nieves del Monte Olimpo.

Ver a Messi volver a trabajar de azulgrana ensancha el alma. Pero no se puede fingir normalidad después de su espantada interruptus y de que nos descubriera la pólvora en una vídeo-disculpa que sonó a chufla. Según Leo, el proyecto deportivo del Barça es desde hace tiempo una ful hecha de remiendos e improvisación. ¡Noticias frescas, oiga! No me puedo creer que los fichajes de André Gomes o Arturo Vidal no le dieran alguna pista.

Que el capitán lo subraye antes de recoger cable, en cualquier caso, le deja en mal lugar, porque solo hay dos opciones: o Leo no pintaba nada en la elección de piezas para el campo y el banquillo... o sí que pintaba y no ha sabido contribuir a que el club eligiera bien. Ojo, ninguna de las dos tiene por qué ser causa de señalamiento de un jugador estrella, incluso si no es tan gloriosa, inmensa, delirantemente bueno como Leo. Pero tampoco le deberían dar al Diez de Dieces como para ponerse estupendo después de tomarse tres cervezas.

De momento, el barcelonismo prefiere olvidar el soponcio. Pero me temo que a Leo le queda mucho que apechugar. Koeman se quiere cargar a todos sus íntimos en el vestuario (no le quedaban tantos), y además se ha encontrado con una doble tarea: construir un equipo con él y, ahora también, a pesar suyo.

Si lo recuerdan de jugador, nunca fue amigo el rubio Ronald de dejarse regatear: o pasaba el balón o pasaba el tío. Pero vamos, que el sainete que le espera a Messi en la que puede ser perfectamente su última temporada de azulgrana (esta vez sí, contrato mediante) se lo ha escrito él solito con la ayuda de unos abogados de chichinabo. 

Ahora mismo las prioridades más inmediatas del Barça son muy otras, como por ejemplo renovar a Ter Stegen de una santa vez y encadenar el contrato de Ansu Fati a un clausulazo de época. Porque lo de fichar a holandeses y regalar a futbolistas que costaron de 40 kilos para arriba está ya muy visto en Arístides Maillol 12. Es rutina, como una vez lo fue tocar el balón tan rápido que el Bayern de Múnich ni lo veía.

A estas alturas de pretemporada, poco se vislumbra de ilusionante excepto que a Koeman le acaben haciendo entrega de una plantilla de 25 tíos con un poco de fútbol, algo de orgullo y sangre en las venas. Y si un porcentaje importante de ellos son de La Masía y alrededores, mejor. A falta de capitán y de presidente, al Barça no le queda otra que mirarse al espejo.

P.D.: Nos vemos en Twitter: @juanblaugrana