En campo del Linares, el día 5 de enero de 2022, Ousmane Dembélé marcó su primer gol de la temporada con el Barça. Lo hizo con un disparo de esos tan ajustados como los pantalones de un bailarín de West Side Story que intenta en cada partido. Y, por supuesto, con la colaboración del portero. Pese a lo flacucho de su registro goleador, es preciso recordar que el francés solo ha disputado 9 encuentros en lo que llevamos de campaña. Y también se agradece la refrescante novedad para el Barça de tirar a puerta desde fuera del área de vez en cuando. En especial si bajo palos hay un guardameta cuya Liga lleva el apellido RFEF. Pero como casi todo lo que Dembouz ha hecho en el Barça desde que llegó, su estreno anotador ha sido de lo más inoportuno.

Si ya era difícil bajar de la burra al muchachote y su agente para que aceptaran una renovación modesta pero generosa en caso de reverdecer los marchitos laureles culés, la cual por cierto incluye la ocasión de disfrutar por primera vez como azulgrana de una titularidad indiscutible, unos servicios médicos que ya han memorizado el punto de rotura de sus ternillas y un club dispuesto a ponerse de perfil con sus rarezas... ahora todo será en vano.

Salvo que le dé una ventolera de última hora, este pájaro volará. Tampoco es mal plan para el Barça, pese a que la pérdida de uno de sus jugadores más diferenciales avivará todavía más la mezquina fortuna de un club en permanente tribulación. Si estuviera perdido en el desierto y encontrara una caja con víveres, con toda seguridad contendría únicamente latas de anchoas y botellas de vodka.

Veo claro que Ousmane se marchará, y por supuesto intentará hacerlo de la manera más provechosa para él, que de forma inversamente proporcional será la que más perjudique al Barça. Así dará un pasito más en busca de ese currículo de campanillas que no es tan poco común entre los chalados como nos gusta creer. Todos conocemos en nuestras respectivas profesiones a uno de esos mendas que disfrutan de un camino de baldosas doradas simplemente porque marcando un gol cada nueve partidos han conseguido hacerse pasar por el delantero del momento. Yo mismo he visto a quien firmó y se llevó morteradas en El País, El Mundo, la Agencia EFE y alguna radio nacional siendo un perfecto psicópata capaz de robar temas a su propio hijo. Un astuto jefe de una buena sección de Deportes me dijo una vez que "se puede trabajar bien incluso con malas personas. Pero con boixos es mejor no hacerlo, porque son impredecibles".

Es fácil intuir que Xavi no solo ve en cada entrenamiento una plantilla escuálida de recursos, aún más por culpa de las lesiones, sino que duda de que haya margen de maniobra para cambiar lo malo conocido por algo medianamente bueno por conocer. Se nota su apuro en que ya ha hecho jugar de titulares a 7.450 juveniles de La Masía (y hasta a alguno del Espanyol) en poco menos de dos meses desde que llegó. Y por eso, por lo que en el fondo es puro instinto de supervivencia, se comprende que prefiera incluso trabajar con un loco antes que encomendarse a lo que regateen entre Dest y Dani Alves. Yo le recomendaría que revisionara los nueve partidos del interfecto este año. Porque, es cierto, incluso los relojes rotos dan la hora bien dos veces al día. Pero si da la casualidad de que los miras en cualquier otro momento, no sirven para gran cosa.

P.D.:  Nos vemos en Twitter: @juanblaugrana