Dijo Johan Cruyff una vez: "Yo creo que un futbolista debería ser capaz de jugar en todas las posiciones del campo. Por eso es tan importante que todos escuchen durante las conversaciones tácticas. El extremo izquierdo no puede dormirse cuando el entrenador habla sobre el lateral derecho". Se puede estar más o menos de acuerdo, pero la cosa se agrava si quien se duerme cuando el míster habla sobre el lateral derecho es... el propio lateral derecho. O el izquierdo, tanto da. Que Nélson Semedo y Junior Firpo son un par de sonámbulos lo demuestran partidos como el de Nápoles. Más delito tiene lo del portugués, que en su tercera temporada de azulgrana todavía no es indiscutible cuando su única competencia para el puesto es un centrocampista. Tremendo.

Que el Barça esté sufriendo tantas lesiones es mala suerte, sin más. Gracias al deporte profesional y (sobre todo) al aficionado ponen comida caliente en el plato de sus hijos cientos de miles de traumatólogos de todo el planeta. Y a cualquier preparador físico que llega a un equipo de fútbol de élite con la vitola de gurú se le llena la enfermería más pronto que tarde. A Pintus o El Profe Ortega se les puede apuntar el mérito de mantener a un grupo de jugadores de fútbol sin agujetas y delgados (ojo, no es fácil: recordemos que no hay corredores de 1.500, ciclistas ni nadadores gordos, pero futbolistas sí)... y poco más. La única manera de resolver el drama de la rotura fibrilar recurrente es tener fondo de plantilla. Que el Barça ahora mismo no lo tiene es palmario. Que Busquets debería recordar la millonada que pidió en su última renovación antes de criticarlo en público, también. No se puede ser tan desahogado.

De Jong y Semedo corren a formar piña con Messi y Griezmann tras el gol al Nápoles / FCB

De Jong y Semedo corren a formar piña con Messi y Griezmann tras el gol al Nápoles / FCB

Los que detectamos en el setienismo un regreso a las esencias debemos recordar un detalle: el puesto clave en el mejor Barça de la década pasada no fue el mediocentro ni el falso nueve ni el extremo izquierdo, sino el lateral. Encarnado en un futbolista prodigioso llamado Dani Alves que un día decidió divorciarse de su agente y del Barça para vivir una vida de diletante rodeado de magnates en Turín y París. Nadie es quien para afearle que persiguiera su sueño de grabar vídeos para Instagram vestido de mamarracho, pero si ahora recordamos de él su penoso rendimiento en las dos últimas campañas que disputó de azulgrana y no su contagiosa sonrisa es solo culpa suya. Jordi Alba ha sido digno heredero de la venenosa profundidad del brasileño. Pero su fragilidad física debería haber llevado al Barça a hacer un esfuerzo por contratar a otro carrilero top. Lo bueno de los laterales, además, es que se puede tener a dos cracks en la misma plantilla. Candidatos había. Pero no: llegaron Semedo y más tarde Firpo, laterales del Benfica y el Betis, respectivamente. Y la coincidencia de ambos sobre el terreno de juego enmarcó el gol del Nápoles en San Paolo.

Es cierto que Semedo participó en la jugada del empate, pero también que si Busquets te mete ese pase en profundidad y no llegas o centras de tobillazo es para despedirte esa misma noche. Y recordemos también que la 'asistencia' de Nelson la tuvo que rematar Griezmann con la derecha y desde atrás. Ya sabe usted, astuto lector, que siempre digo que el Barça no puede ser una ONG. Viene a cuento porque Nélson y Junior están para llevar medicamentos y alegría a los niños de Sierra Leona como miembros de Laterales sin Fronteras, o bien para ir de solteros a la Isla de las Tentaciones con sus bigotillos de latin lover. Poco más.

Messi lo sabe y por eso raja. Y el que no se entere está sordo, ciego y quizá también (felizmente) trasplantado de hígado. 

P.D.: Nos vemos en Twitter: @juanblaugrana