Cayó el Barça en la semifinal de la Supercopa contra el Madrid disputada en ese país del que usted me habla, superado por la pericia de su rival en tres acciones de contraataque, el cancaneo de un Modric excelso y la fortuna de Ancelotti para apuntalar el coladero en que se convirtió su equipo en la segunda parte. Y muy poco más. Los blancos se llevaron la victoria, pero no lo hicieron con la camisa planchada, sino con el aspecto harapiento de un náufrago y hartos de ciscar corchos para tapar vías de agua. Porque el Barça, con varios de sus mejores jugadores recién salidos de la enfermería, Luuk de delantero centro, un central con la mano rota y Ferran Torres disputando sus primeros minutos de titular y de cualquier otra cosa con la azulgrana, les pegó un señor meneo.

Bueno, justo Ferran en eso tuvo poco que ver porque la galerna llegó tras el descanso. La primera parte del equipo de Xavi fue muy extraña. Titubeó sobre si mantener la línea de presión arriba o dejarla en tres cuartos de campo, amagó con un montón de golpes que finalmente no dio y se entregó al inhóspito ejercicio de unir dos puntos con espirales en lugar de líneas rectas. Mientras varios jugadores del Madrid se sorprendían de alcanzar la posición de mediapunta completamente solos, en los pies del Barça circulaba la pelota pero no las ideas. Así las cosas, una mala basculación de interiores y laterales provocó que Busquets se entretuviera en exceso y perdiera la pelota no solo en una zona crítica sino a pies del mejor facilitador de contragolpes (y quizá también de extorsiones) del mundo. El rebote de Luuk que equilibró las fuerzas fue poco más que un taparrabos para un equipo demasiado consciente de su propia desnudez.

Eso sí, en la reanudación las comparecencias de Pedri, Abde y más tarde Ansu desnivelaron el debate futbolístico del lado azulgrana. Con dos extremos clásicos, varios centrocampistas excelsos y un muchacho bendecido por los dioses del gol, el plan B que diseñó para los suyos el mejor mediocentro que han visto los tiempos funcionó como un reloj. No solo el Barça martilleó sin piedad el área del Madrid: también superó el muro físico del minuto 67' con pasmosa entereza. Por supuesto, como el fútbol es muy cabrón, Benzema se encontró el gol en un rechace dentro del área. Sin embargo, aun rejuvenecidos por los cambios, los azulgranas supieron ser lo bastante maduros como para seguir insistiendo en una de cada dos o tres jugadas de ataque con esos centros laterales que el Madrid defiende tan rematadamente mal. Fue así como el 10 en lugar del 10 coronó el empate que forzó la prórroga.

De ahí se fue el Barça con la sensación de oportunidad perdida, en parte por mérito defensivo de un Madrid muy serio y en parte porque sus peores inercias de la última fase del segundo tiempo se agudizaron. Pedri estuvo más impreciso, el doble pivote Nico-Busquets dio consistencia al equipo pero le restó el colmillo ofensivo que Alves tiene incluso al límite de sus fuerzas, y Abde se achicó contra Mendy tras perder un par de duelos contra él. Otra llegada en tropel del Madrid avasalló a Ter Stegen, y no se puede decir que los de Chamartín no jugarán la final de la Supercopa con merecimiento. Pero si la idea era comprobar las constantes vitales del Barça, el enfermo goza de una inusitada buena salud. Ay, si la chilena de Ansu hubiera conectado...

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