Simeone y Valverde se saludan al final del Atlético-Barça / EFE

Simeone y Valverde se saludan al final del Atlético-Barça / EFE

Primer equipo

¿Debe el Barça renunciar a su estilo contra rivales como el Atlético?

Ernesto Valverde prefirió ser conservador y volvió al 4-4-2, pero el equipo se resintió demasiado en ataque

25 noviembre, 2018 19:08

Barça y Atlético protagonizaron un duelo más táctico que vistoso en el Wanda Metropolitano. Faltó fútbol. Ninguno de los dos equipos salió abiertamente a por la victoria. Se limitaron a esperar. A verlas venir. Era previsible en los colchoneros. Pero no en el equipo culé. Solo los quince minutos finales, más agitados, sirvieron para que el Barça ganara profundidad. Con todo, vuelve a planear la pregunta sobre si los de Valverde deben renunciar a su estilo ante rivales broncos como el Atleti.

A vueltas con el 4-4-2

Ernesto Valverde volvió a optar por el polémico 4-4-2. era su sistema favorito, el que utilizó con fiabilidad durante la pasada campaña. Un Barça con cuatro centrocampistas adelantando a Sergi Roberto para acompañar a Busquets junto con Arthur y Arturo Vidal, quien estaba en la punta del rombo. En el fondo, el chileno ejerció de Paulinho.

Con ese modelo táctico, Valverde construyó el contexto del partido. El equipo se sentía más robusto así, pero perdía creatividad e ingenio porque, además, no tenía mucha llegada por los laterales. Semedo no se prodigaba demasiado por la banda derecha. Tampoco Jordi Alba por la izquierda. Todos sus intentos de pase hacia Messi quedaron anulados por el excelente trabajo defensivo del Atlético.

La infortunada lesión de Sergi Roberto no alteró el plan. Rafinha entró en su lugar. Sí se produjo un cambio en el repliegue siendo Arthur el encargado de cerrar el costado izquierdo y reduciendo la posición de Arturo Vidal para alinearse con Sergio Busquets en el repliegue.

Dominio estéril

Con este planteamiento el Barça consiguió dominar a sus anchas la posesión, cosa que era de esperar. Los azulgrana gozaron del 73% de posesión, por 27% del Atlético. Sin embargo, este dominio no se materializó en ninguna ocasión de gol. Ninguna. Porque los colchoneros estaban muy cómodos viéndolas venir y saliendo en algún contragolpe.

Ambos equipos jugaron con miedo. Tanto es así que la primera parte terminó sin ningún remate a puerta. Un sopor. Además, el 54% del partido se disputó en la franja central. La segunda tampoco mejoró demasiado. El Atlético convirtió en gol su único remate a portería y el Barça tan solo logró llegar una vez más. Un bagaje ofensivo demasiado pobre.

Leo Messi pelea un balón con Griezmann / EFE

Leo Messi pelea un balón con Griezmann / EFE

Leo Messi pelea un balón con Griezmann / EFE

Ernesto Valverde sacrificó el estilo del Barça. Todas las decisiones del técnico fueron encaradas a evitar las pérdidas de balón, que es de lo que se alimenta el equipo de Simeone. El Txingurri cambió las habituales recepciones a dentro de los extremos por apoyos de centrocampistas abiertos. El Barça tocó y tocó, pero en realidad jugó muy poco.

Contraproducente

El Barça del 4-4-2, por muy seguro que sea, pierde brillantez y, sobre todo, contundencia ofensiva. La sensación fue que a Messi y a Luis Suárez les faltó un socio más para generar peligro arriba. La debilidad en las transiciones condicionó demasiado al equipo y penalizó en ataque. Solo la entrada de Dembelé a diez minutos del final cambió la dinámica. Y así llegó el gol.

De modo que la pregunta es obvia: ¿valió la pena traicionar el estilo de juego característico del Barça? Las estadísticas hablan por sí solas. Dos remates a puerta en todo el partido. Y con suerte se rascó el empate. Valverde prefirió ser conservador y no arriesgar. Pese a ello, el Atleti aprovechó la única oportunidad clara que tuvo. Quizá hubiese salido a cuenta salir a por todas desde un principio. Es para reflexionar.