Dembelé celebra tras marcar el segundo gol ante el Rayo Vallecano / EFE

Dembelé celebra tras marcar el segundo gol ante el Rayo Vallecano / EFE

Primer equipo

La soledad de Dembelé en el vestuario del Barça

El crack galo sufre el ostracismo de sus compañeros de equipo

4 noviembre, 2018 10:51

Dembelé está solo. La no celebración de su gol ante el Rayo Vallecano da buena muestra de ello. El galo empató un partido que parecía perdido. Lo hacía, además, convirtiendo un gran gol. Un zurdazo seco abajo que salvaba al equipo. Pero nadie fue con él a celebrarlo. Nadie. El propio Dembelé volvía a su campo cabizbajo y mohíno. Triste. Como si nada hubiera pasado. Porque la felicidad solo es real cuando se comparte. Y Dembelé está solo.

El carácter del crack francés no le ayuda a congeniar con sus compañeros. Al contrario. Dembelé es un lobo solitario. Introvertido. Tímido. Incluso un tanto pasota. Al menos en apariencia. Dembelé va a la suya. No entiende de normas ni imposiciones. Él tiene su propia disciplina. Su moral. Y ello molesta en un vestuario acostumbrado a que todos caminen en la misma dirección.

El problema del francés es que no tiene apoyos en el vestuario. Su único amigo es Umtiti. El único con quien se abre. Con quien intima. Los demás le son extraños. Meros compañeros de trabajo. Pero no amigos. También se llevaba bien con Digne y obviamente su relación es más fluida con Lenglet. El idioma hace mucho. Es una salvación. Más para personas como Dembelé. Pero el resto de compañeros no entienden las rarezas del francés.

Destellos intermitentes

Contra el Rayo, Dembelé volvió a marcar un gol decisivo. Como hizo en Tánger en la Supercopa. O en Valladolid y Anoeta en Liga. Cumplió con su cometido. Con lo que le pedía Ernesto Valverde. Y ya lleva tres partidos seguidos siendo determinante. Contra el Madrid actuó de revulsivo y participó en los tres goles que sentenciaron el partido. En Copa le sirvió en bandeja el gol a Lenglet. Tres buenas actuaciones que, sin embargo, no le acercan a la titularidad.

Porque nadie se imagina a Dembelé de titular en este Barça. Ni siquiera ahora que Messi está de baja. El golazo del francés en Vallecas no tapa el hecho de que antes de marcar no había estado demasiado inspirado. Había perdido 10 balones en 18 intervenciones. El gol le salvó la noche, pero acumuló pérdidas y pases fallados. Uno de ellos casi acaba en gol del Rayo, mientras él bajaba al trote. Dembelé sigue despistado dentro y fuera del campo.

Una foto de archivo de Umtiti y Dembelé en el Barça, como niños / EFE

Una foto de archivo de Umtiti y Dembelé en el Barça, como niños / EFE

Una foto de archivo de Umtiti y Dembelé durante un entrenamiento / EFE

“Es un jugador que nos da agresividad en la finalización. Me refiero a desmarques; es un jugador que va al espacio, tiene buen uno contra uno y esperamos mucho de él. Sabemos que Dembelé, en momentos determinados, puede ser decisivo y nos ha dado la moral para ir a por el partido”, explicó Ernesto Valverde en rueda de prensa.

El Txingurri también trató de quitar importancia a esa no celebración. Lo hizo a duras penas: "Si empatamos, siempre pensamos que perdemos dos puntos, así que rápidamente queremos el balón para ir a por la victoria".

La soledad del genio

Dembelé es un rara avis. Tal y como ocurre con los genios. O eso dicen. Capaz de abstraerse de las nimiedades que inquietan a la mayoría. Incapaz, a su vez, de encontrar motivación en algo. Parece que ni siquiera jugar en el mejor equipo de fútbol del mundo le motive. Vive desganado. Como si el fútbol no le realizase.

Los destellos del galo, por muy geniales que sean, no tapan que su comportamiento no esté a la altura del vestuario. Sus retrasos y despistes han costado disgustos y conflictos en el equipo. Con todo, ello tampoco justifica que nadie se acerque a él para celebrar sus goles. El vacío al que le condenó el vestuario es muy doloroso. Y daña a todos.