La atleta del FC Barcelona Yulimar Rojas, medalla de oro y récord del mundo en Tokio 2020 / EUROPA PRESS

La atleta del FC Barcelona Yulimar Rojas, medalla de oro y récord del mundo en Tokio 2020 / EUROPA PRESS

Primer equipo

Yulimar Rojas, el último título de Bartomeu

Barça TV ha grabado su carrera hacia la medalla de oro de Tokio para un reportaje espectacular

9 agosto, 2021 20:14

Yulimar Rojas también ha cerrado un ciclo en la historia del FC Barcelona después de convertirse en la campeona olímpica, también de la sonrisa, en el concurso atlético del triple salto, incluido el récord mundial de la especialidad (15,67 metros). La venezolana es integrante de la sección de atletismo del Barça, una de esas pocas figuras que la categoría, históricamente modesta, pero siempre hábil y visionaria, puede permitirse.

Entre tanto enredo con el primer equipo de fútbol la silenciosa proeza de la venezolana supone un extraordinario éxito para el atletismo azulgrana y para ese legado que, al margen del fútbol, forma parte se quiera o no de la política del anterior presidente, Josep Maria Bartomeu.

Promesa de Rojas al Barça

En pureza, todos lo resultados conseguidos por los equipos del club hasta el 30 de junio pasado representan y forman parte de esa herencia indiscutiblemente sobresaliente entre las que esta medalla debe brillar con luz propia.

Es una medalla que la propia deportista, agradecida, le había prometido en su día al presidente, al Barça, en línea con la que debería ser la cultura del club, la de trabajar por los colores y por la institución con independencia que quien gobierna y quien sale en cada momento en la foto.

La foto con el presidente que no existe

No es así, nadie encontrará en la web de club una sola foto del expresidente Josep Maria Bartomeu con Yulimar Rojas. En cambio, muy pronto aparecerá junto a Joan Laporta cuando proceda a ofrecer su medalla a la afición barcelonista, regalo que ya hizo en forma de declaraciones después de subir al podio dedicándosela a todos los culés. Es el broche de oro a ese otro trabajo de la junta, invisible cuando se pierde en Anfield por 4-0 o ante el Bayern por 8-2 en fútbol.

La reflexión, sin embargo, debería ser más amplia cuando se analiza el balance de los deportistas a los que se paga, mucho o poco, por dar el máximo en el terreno de juego o en la pista de atletismo. Los títulos  del Barça de los últimos años han decrecido en la misma proporción en la que han aumentado las inversiones en la contratación de las nuevas figuras, Coutinho, Dembelé o Griezmann y en las renovaciones de los treintañeros que, a ratos, siguen siendo los mejores.

Yulimar Rojas en su salto triple en Tokyo EFE (2)

Yulimar Rojas en su salto triple en Tokyo EFE (2)

La decadencia del fútbol

El problema y el error destacan más cuando a la hora de la verdad, de correr y dar la cara ante el Liverpool o el Bayern, los futbolistas no están a la altura de sus fichas y de su compromiso. Seguramente porque sus cuerpos de futbolistas, exageradamente gastados, quemados, exprimidos, han llegado a su límite. Por ejemplo, nadie dudaba de la calidad del mismo equipo en la ida de las semifinales frente al Liverpool, partido en el que Dembelé perdonó el 4-0.

Especular sobre si ese fallo pudo haber cambiado la historia es libre. La verdad, sin embargo, es que la decadencia deportiva del equipo era tan evidente como lo era y aún sigue siendo su clase y talento cuando los partidos se ponen de cara. Los destellos siguen siendo deslumbrantes y ese brillo ficticio nos embauca a todos.

Las estadísticas engañan

Era imposible, como se ha visto, estirar la gloria del equipo artificialmente. Un equipo que ha ganado todas las medallas de oro a lo largo de una década no puede ir más allá. Todos nos hemos equivocado creyéndonos esa dulce y maravillosa mentira que el tiempo y los partidos se han ido encargando de demostrar. El problema es que, en lugar de celebrar esa increíble longevidad, admirarla e ir guardándola en el Museu, porque al entorno le conviene, se ha organizado una cacería en contra del expresidente y de su junta.

Existe un dato revelador de esta perversa evolución del entorno: en la temporada horrorosa, lamentable, discutida e históricamente nefasta, la peor si se leen los titulares, de la derrota de Anfield, el equipo ganó la Liga sin perder un solo partido, en la Champions solo perdió un partido antes de no clasificarse para la final (el 4-0) y solo perdió un partido de la Copa, en la final ante el Valencia. Dos derrotas en toda la temporada para llevar a la directiva -no al equipo- al infierno.

Un ciclo de 10 años

Esa temporada, si se mira con la perspectiva del tiempo, debió significar el inicio de un ciclo del Liverpool que no se ha dado, lo mismo que después de esa proeza del Bayern de completar el triplete hace dos Champions insinuaba también el principio de un ciclo que tampoco se ha dado. Aquí se ha exigido lo imposible. Solo este Barça único ha prolongado su ciclo como equipo competitivo más de 10 años. Una barbaridad.

La toxicidad de ese entorno ha impulsado desde hace años una carrera sin fondo y sin sentido por fichar a nuevos ídolos y por seguir reteniendo a futbolistas, extraordinarios, al precio que fuera. Incluso teniendo a la mejor delantera de la historia, Messi, Suárez y Neymar, la prensa y el propio barcelonismo no dejaron de perseguir a quien había fichado a Neymar. Desde el entorno de Joan Laporta apareció un socio, presunto barcelonista, Jordi Cases, a denunciar el fichaje, una querella envuelta y jaleada por una horda periodística entusiasmada con la idea de ver a Rosell o a Bartomeu en el banquillo y, como así fue, cansar a Neymar hasta irse, incapaz de comprender esa autodestrucción que finalmente ha llevado a Luis Suárez al Atlético Madrid y Neymar y Leo, casi seguro, al PSG.

Las lágrimas de Leo

Todo ha sucedido en apenas poco más de un año, del verano de 2020 al verano de 2021, sin público y con pandemia, pero con un entorno que ya el año pasado iba a por Bartomeu, con el burofax de Messi de por medio y la cobertura política necesaria desde el Palau de la Generalitat para forzar las elecciones, como fuera, y pudiera gobernar el club, de nuevo, Joan Laporta.

Parece una broma de mal gusto. Hace un año Messi lloraba porque el club le obligaba a cumplir su contrato y hoy llora porque no ha llegado la renovación prometida por Laporta. Es verdad que la promesa de Bartomeu era la de rebajarle la ficha a él --y a todos-- y la de Laporta, en cambio, siempre embustero, era la de mantener su estatus buscando la fórmula para engañar al mundo, a sus compañeros haciéndoles creer que Messi se rebajaba el sueldo, a la LFP con un contrato fraudulento y a sus propios compañeros de junta, ejecutivos y avalistas asegurando que lo tenía todo controlado.

Leo Messi se despide emocionado del Barça, en su última comparecencia como culé / EFE

Leo Messi se despide emocionado del Barça, en su última comparecencia como culé / EFE

El reportaje de Yulimar Rojas en Barça TV

Si hubieran hecho todos lo mismo que Yulimar Rojas, entrenar y trabajar aceptando la realidad, quizás habría ganado también sus medallas de oro. El club que ha dirigido Bartomeu aprobó grabar con equipos de Barça TV la carrera de la campeona venezolana hasta los JJOO, todos sus entrenamientos, su vida y su día a día, lo que permitirá realizar un espectacular reportaje del que será también el último título de la era Bartomeu. En ese reportaje, seguro, saldrá Laporta, pero no Bartomeu.