El verano no está siendo el más deseado para el Barcelona. Teóricamente, es la época de hacer cambios, preparativos para la nueva temporada, fichajes, bajas… Vaya, hacer un reset y prepararlo todo para el curso siguiente. Aun así, esto parece todavía lejos en este club. La fuga del talento canterano podría llenar equipos de Primera División enteros de aquí a dos temporadas como mucho, los números siguen sin cuadrar y ninguno de los jugadores que puedan entrar se podrán inscribir, si todo sigue a este ritmo… Pero hay luz al final del túnel.

De momento, el presidente Joan Laporta intenta echar la vista a otro lado y seguir tirando de su talante catalán ‘de rauxa’ que tanto gusta. Véase el último ejemplo de la pasada semana haciendo de pregonero en la fiesta mayor de S’Agaró, el pueblo de la Costa Brava en el que guarda y sigue recolectando grandes momentos. Con ello, consigue entretener el personal y no cuestionar algunos puntos negros que tiene el club y no pintan bien. Además, aprovechando que el ritmo informativo de los días calurosos baja, parece que hay más margen para que todo pase desapercibido.

Y con todo ello, Laporta gana tiempo. Tiempo para el gran desembarco de un poderoso capital económico que revolucionará todo y, en principio, apagará aquellos fuegos que estén abiertos. Este momento llegará en otoño, todo apunta al mes de octubre. La famosa inyección económica de la que os hablé en unas columnas anteriores, se materializará para entonces. Seguramente su procedencia será árabe, aunque todo se acabará de concretar en las próximas semanas. ¿Debemos ser críticos con la situación actual? Sí. ¿Alarmistas? Parece que no. ¿Que esta especie de ‘salvación’ tendrá un coste? Por supuesto, pero quizás, en un primer momento, compensará.