Hacía tiempo que un título del Barça no era tan compartido por toda la afición barcelonista. La Copa, la 31 en 42 finales, obtenida de una exhibición exquisita de fútbol del Barça sobre el Athletic, no solo confirma el monopolio del club azulgrana en esta competición sino que además ha abierto los ojos de la esperanza a todos los culés en muchas direcciones. Esta Copa es de los jugadores, siempre principales artífices en el campo de lo bueno y lo malo y que, de la misma forma que, en las últimas decepciones se les ha visto apáticos y erráticos en la noche del último sábado brillaron como hacía tiempo no lo hacían. Esta Copa es de una afición a punto de dejar de creer en su equipo y en el fútbol, en general, desde que en nuestras vidas apareció un virus que nos impide vibrar o sufrir, festejar o llorar en el campo las alegrías o sinsabores de tu equipo. Para esa afición fue como reencontrarse con el amor perdido en el flash de una noche. Fue como recuperar la sonrisa. Pero también, los abrazos que nos ha secuestrado la pandemia.

Esta Copa es de Ronald Koeman, que ha sabido gestionar un vestuario en estado de crisis para conducirlo otra vez a la senda del triunfo. Ha sabido recuperar a Messi, que parecía hundido por la marcha de su amigo uruguayo y de los problemas con la anterior directiva. El holandés ha encontrado la mejor estrategia no solo para ganar su primera final sino también para dar entrada a jóvenes jugadores recuperando una cantera a la que muchos se atrevieron a decir que estaba enferma. Por eso esta Copa también es de García Pimienta, gran gestor del Barça B.

Esta Copa es de Josep María Bartomeu, el discutido presidente que si bien cometió errores a lo largo de su mandato, sus últimas decisiones –contratar a Koeman, impedir que Messi marchara, fichar a De Jong y Pedri, abrir las puertas a Suárez- se están demostrando más que acertadas.

Esta Copa es de Carles Tusquets, el presidente de la junta gestora que abordó la crisis lo mejor posible y durante su corto mandato el equipo logró meterse en la final de esta competición. Y esta Copa también es de Joan Laporta, el presidente electo que, con sus palabras, ha sabido aportar una dosis de motivación al vestuario para lograr un triunfo tan obligado como necesario para que el culé vuelva a sentirse orgulloso de su equipo. Y esta Copa también pertenece al señor Josep Mussons, ex directivo en la época nuñista, gran impulsor de La Masia, que se le dio por marcharse de este mundo el día que el Barça se reencontraba con la felicidad del triunfo.