El periodismo deportivo, en realidad, tiene cada vez menos de periodismo y más de entretenimiento. Y digo deportivo por no decir futbolero, que es la modalidad que centra casi todo el interés de los medios de comunicación, de los aficionados y de los anunciantes. Todo ha cambiado mucho en los últimos años. Muy deprisa.

Hace tiempo –yo no llegué a vivirlo–, los periodistas podían entrar en los vestuarios después de los partidos y hablar sin filtros con los futbolistas, los entrenamientos eran abiertos de principio a fin y los comunicadores viajaban en el avión con los jugadores. Pero todo empezó a cambiar hace un par de décadas; comenzó el proceso de bunkerización.

Es cierto que la aparición de internet ha multiplicado la oferta de medios de comunicación, que un móvil mal usado es un peligro, y que las informaciones publicadas escapan muchas veces del alcance de los clubes y los jugadores. Pero entrevistar hoy a un futbolista es como pedir audiencia con el rey. Muy complicado. Entiendo que las entidades tienen que poner algunos filtros; lo que resulta feo es que ese filtro sea el del dinero. Me explico.

Asistimos a un bombardeo sin precedentes de plataformas audiovisuales. Cada una busca la manera de atraer el máximo de clientes (porque estar suscrito a todas es una ruina: hasta 3.000 euros al año). El deporte es un anzuelo. HBO ha estrenado una miniserie sobre Jesús Gil; Amazon ha lanzado varios productos futbolísticos (Borussia Dortmund, Manchester City, Huesca, un tedioso documental sobre Sergio Ramos, otro más interesante sobre el también defensa del Real Madrid Raphael Varane...). Y parió Rakuten, el patrocinador del Barça.

Rakuten ha anunciado que ofrecerá en noviembre la temporada 2018-19 del equipo azulgrana seriada, con imágenes inéditas de lo que ocurrió en el vestuario –incluye el ambiente funesto tras el desastre de Anfield– y en la vida privada de las estrellas blaugranas. Es decir, el problema no era la privacidad o el control sobre lo que pueden publicar los medios (que también), sino que nadie pagaba por ello. Así, los clubes y los jugadores se aseguran ingresos, por un lado, y difundir lo que les interesa, por el otro.

Todo ello, unido a la precarización del sector, ha llevado en muchos casos a cambiar el modelo de este periodismo deportivo. Venden los rumores. Venden las WAG. Y venden las tertulias de los periodistas forofos. Es puro entretenimiento.