Pertenezco a un grupo de Whatsapp de unos amigos cincuentones que están que se tiran de los pelos porque pasados ya dos meses del 2019 las veces que han hecho el amor con sus respectivas esposas no suman los dedos de las manos. Creo sinceramente que sus mensajes pertenecen al género de la broma de personas que han superado ya la mitad de siglo. Y menos les creo cuando recuerdo que a mi llegada a Barcelona, allá por los años 70, las personas más allegadas contaban que el día que el Barça ganaba al Madrid ese día se organizaba tal festejo que al cabo de unos meses se podía saber en qué fecha quedaron embarazadas sus respectivas esposas.

Tocará mirar cuánto habrá subido el índice de natalidad el próximo mes de diciembre, porque imagino la locura que habrá invadido el cuerpo de los aficionados del Barça después de que su equipo haya visitado dos veces el Bernabéu en cuatro días, y dos veces haya enterrado un 0-3 y un 0-1 al mismísimo Real Madrid, ese al que no hace más de un año le era restregado en la cara a la directiva de Josep Maria Bartomeu como ejemplo de club que sí sabía planificar y fichar jóvenes jugadores –tipo Asensio– que el Barça se había dejado quitar.

Las lecciones y los tapabocas que está dando este Barcelona puede que no hagan variar la opinión de todos aquellos que todavía viven anclados en la nostalgia guardiolista, y que hay que respetar como bien ha pedido Gerard Piqué al periodista Carlos Herrera de la Cope, que lo llamó cretino y castellanizó su nombre por pedir que se hablara más de los "presos políticos" que del VAR. Al final Herrera ha reculado y ha pedido disculpas al gigante del Barça, algo muy poco frecuente en la prensa.

Pero estos dos orgasmos que han tenido los barcelonistas entre el jueves y el sábado no es un tema que se pueda tomar como un disfraz propio de los días de Carnavales que vivimos. Son dos triunfos para confiar en Ernesto Valverde, y en un grupo de jugadores que lo entrega todo en cada partido. Llevar 12 puntos al Real Madrid, liderar la Liga española y estar otra vez en una final de Copa, son pruebas suficientes para aumentar la credibilidad en el trabajo que está haciendo el Barça, y en ello hay que incluir a su directiva y al cuerpo técnico que dirigen Segura y Abidal.

Desconozco si mis amigos aumentaron su marcador particular esas noches teñidas de azulgrana, ni tampoco me quiero imaginar qué le esperaba a Piqué en casa después del tuit de Shakira tras el partidazo del central del Barça (“¡Mi marido hoy un espectáculo!”).  Me quedo con lo que gritó un colombo-barcelonista de Miami, que visita Barranquilla estos días, ante unos cuantos madridistas después del partido del sábado en el Bernabéu: “¡La tienen adentro!”.