Fue en mayo pasado cuando Ivan Rakitic se soltó la lengua en Mundo Deportivo y habló más de la cuenta, incluso con una soberbia nada habitual en él, o que al menos no había demostrado antes. En relación al fichaje de Frenkie De Jong por el Barcelona, el croata manifestó: “De Jong no viene a jugar en mi puesto; mi puesto está ocupado”. Semejante declaración sirvió para armar un escándalo en las redes sociales en las que se aseguraba que el vestuario de Ernesto Valverde era un club de amigos en el que las vacas sagradas hacían y deshacían a su libre antojo.

Pasado unos meses, Rakitic, que pensaba que De Jong jugaría en otra posición, ha visto como él ya no es un titular fijo sino un suplente más. Rakitic es un futbolista que lo ha entregado todo en el Barça y por ello cuenta con el cariño de la afición, aunque también entró en el mismo cajón de culpables de la debacle de Liverpool.

No obstante, Rakitic no parece haber entendido su actual posición. Estaba tan seguro que tenía el puesto fijo que ha quedado sorprendido por la decisión de Valverde. Y de aquella declaración insolente hemos pasado a observar un Rakitic cabizbajo, afligido y que hace poco declaró que se sentía como cuando a su hija le quitan un juguete: “Me han quitado la pelota. Estoy triste”. Tener un futbolista abatido no es bueno para el Barça, que necesita que todos sus jugadores estén en perfectas condiciones, tanto anímicas como físicas.

El croata tendría que cambiar su actitud y no adoptar la cara de André Gomes. El Barça es un club que exige la entrega total de los futbolistas y Rakitic en ese sentido no había fallado nunca. Pero jugadores que no aguantan la presión o muestran su desolación en cuanto pierden el puesto es mejor que prueben en otros clubs. Rakitic está obligado a intentar recuperar su titularidad. Eso es lo que hace competitivo a un equipo. Y jugadores con la experiencia y profesionalidad del croata hacen falta en un vestuario que aspira a competir al más alto nivel.