La voracidad recaudadora de Carles Puigdemont no conoce límites. Ya he perdido la cuenta de todos los tocomochos que ha puesto en práctica desde que llegó a Flandes y salió del maletero. Pienso en el Consell de la República, con el que confiaba en engañar a un millón de incautos a 10 euros por unidad (se tuvo que conformar con menos de 100.000, pero menos da una piedra).

Recuerdo el DNI de la república catalana (que no existe, idiota), que podía ser digital o en formato físico, siendo este algo más caro que el virtual. El hombre no ha parado de poner el cazo desde que optó por lo que él llama exilio y que a muchos nos parece un Erasmus para adultos un tanto alargado.

Y cuando crees que se ha quedado sin ideas para seguir sangrando a sus leales, te sorprende con una nueva, aparentemente modesta, pero con la que igual levanta unos mangos. Me refiero a la monetización de sus mítines en el sur de Francia, que es a donde deberán trasladarse sus fans para disfrutar de su verba amena y unilateral.

El otro día vi un anuncio que ofrecía billetes de autobús a Argelers por la módica suma de 56 euros, pagaderos a una tal Sara, cuyo número de teléfono se incluía en el pasquín. El tono de la oferta era de chollo total: solo 56 eurillos por una excursión en autobús y la asistencia al mitin de turno (que suelen ser gratis, a excepción de los del dúo cómico Ponsatí-Graupera, que son de pago, o lo será el de su presentación barcelonesa en el Teatro Borràs, nada que ver con la dirigente de Junts caída en desgracia).

Digo yo que por ese precio podrían incluir un bocadillo de fuet o, por lo menos, un chupito de ratafía que podría servir Quim Torra, que no tiene nada que hacer en ese palacete gerundense que le financiamos los catalanes con nuestra proverbial munificencia. Ni fuet ni ratafía: horas de autobús para escuchar la habitual colección de quimeras y cuentos chinos de quien insiste en presentarse como el presidente legítimo de la Generalitat.

Estoy convencido de que Puchi ha llegado a algún tipo de acuerdo con la empresa de autobuses para repartirse el dinero a pachas. Desde el fiasco monetario del Consell de la República, es normal que el hombre haya ido rebajando sus expectativas financieras y se conforme con lo más parecido que ha encontrado a pasar la gorra entre sus admiradores. Pero eso no quita para que sus pretensiones políticas sean cada día más osadas: desde que Sánchez lo sacó del aburrimiento y la irrelevancia, Cocomocho se ha venido arriba y está que se sale.

Su última ocurrencia consiste en ser recibido por Felipe VI si gana las elecciones autonómicas del 12 de mayo, pues él considera que eso es lo normal entre jefes de Estado. Mientras dice que si no gana, se retira (no se sabe si a casa o a Soto del Real), amenaza a Sánchez con retirarle el apoyo si el PSC le hace alguna jugarreta para desalojarlo de una presidencia de la Generalitat que da por ganada de antemano (secundado por su fiel Xavier Trias, quien, en una muestra de eclecticismo admirable, un día dice que Sánchez ya se puede ir calzando y al siguiente, que si gana el PSC, igual hay alguna manera de que Junts colabore con los sociatas: el que lo entienda, que lo compre).

Aunque también he perdido la cuenta de las veces que Puchi ha anunciado su regreso al terruño, ahora asegura que esta vez va en serio y que, si gana, se plantará en Cataluña y que, si lo detienen, se armará un pollo internacional de incalculables consecuencias. Para ello está obligado a ganar las elecciones, claro, ya que no es lo mismo detener a un presidente autonómico fugado de la justicia que a un mindundi que ha quedado en tercera o cuarta posición…

Es decir, que, si las encuestas no se equivocan, nuestro héroe no vuelve a España de ninguna de las maneras. ¿Perder las elecciones y además ir al trullo? ¡Ni hablar! Mejor quedarse en Flandes para los restos, aunque no se sepa muy bien de qué va a vivir si ya no es eurodiputado, como no sea insistiendo en el arte del sablazo (que se prepare Comín como revalide su escaño, ¡y que Valtònyc ponga a buen recaudo la sobrasada y las galletas Quely!).

Como se dice en estos casos, ya cruzaremos ese puente cuando lleguemos a él. De momento, a pillar lo que se pueda del timo de los autobuses, pues, como dice el refrán, Qui dia passa any empeny…