Lo dije y lo reitero. El único gran fichaje del Barcelona de este verano es Robert Lewandowski, seguido, en la lejanía, de Jules Koundé. Todo lo otro, paja. Y no me parece ni medio normal que en una pretemporada de cuatro partidos insignificantes ya se ponga al polaco en duda. Cuando empiece a marcar como una metralleta, tapará muchas bocas que no saben de que hablar y tiran de especulaciones con el objetivo de llenar páginas.

Dicho esto, al lío. ¿Cómo es viable una política de fichajes que se basa en hacer entrar a tantos jugadores y no dar salida a todos los que serían proporcionales para poder inscribir a los nuevos? La rapidez con la que se cierran contratos, pero, en cambio, la lentitud con la que entran evidencian unos negocios descompensados en lo que hace a los tempos que no cuadran con el buen hacer habitual. Insisto: sigo llegando a la conclusión de que esta manera de hacer no es la correcta y siembra interrogantes en su gestión.

Y, curiosamente, a las puertas de sacarse 'el muerto' de Riqui Puig, es el entremés perfecto para oficializar la presentación de Robert Lewandowski. Una estrella que se presentará el próximo 5 de agosto, concretamente 17 días después de que el club azulgrana anunciase su fichaje. Entre medio ha habido una gira americana o la necesidad del jugador de viajar a Múnich para recoger sus cosas, pero son demasiados días de demora que, de fondo, perseguían un interés o la necesidad de esperarse para poder formalizarlo.

A Joan Laporta no se le puede negar que está ilusionando la culerada este verano y ha vuelto a dar la imagen de club potente fichando un primera espada pero cuidado con el largo plazo porque todos sabemos que las cosas se deben hacer muy bien para evitar sorpresas posteriores.