El barcelonismo se ilusiona con un fichaje mediático, ya sea Mbappé o Haland, pero el club no está para grandes dispendios. Al contrario. Debe reducir su masa salarial y activar ventas millonarias para rebajar las tensiones de su tesorería. El gran problema es que algunos futbolistas se han devaluado demasiado y no habrá manera de amortizarlos con un traspaso en los próximos meses.

El caso más sangrante es el de Coutinho, por quien ya se han pagado 135 millones de euros al Liverpool. Su lesión de rodilla, presuntamente, le impedirá jugar en lo que resta de temporada y su cotización se desploma día tras día. Su elevada ficha tampoco facilita su salida del Barça, que también pondrá en el mercado a Neto, Junior y Pjianic entre otros, a la espera de una buena oferta por Griezmann y de que Dembélé decida si acepta prorrogar su contrato o no.

El Barça no lo tendrá fácil para hacer caja. En uno de sus típicos malabarismos financieros, el ex presidente Bartomeu cifró en 60 millones de euros el fichaje de Pjianic, condicionado por el traspaso de Arthur Melo, por quien se ingresaron 72 millones de euros. El balcánico no es del agrado de Koeman y cobra mucho. En el mejor de los casos saldrá cedido a Francia o Italia. Cuesta imaginar un traspaso por 45 millones de euros. O por 30.

El de Pjanic fue un fichaje de conveniencia que puede tener un impacto muy negativo para el Barça. Tanto que la llegada de Wijnaldum (a coste cero) estaría condicionada a la salida del ex futbolista de la Juventus. Lo mismo podría ocurrir con Depay, un delantero polivalente que no tendría garantizada la titularidad pero sí elevaría la competencia en la delantera. Braithwaite debería ser la pieza sacrificada.

Menos condicionantes tiene el fichaje de Eric García. También, a coste cero. El Barça, asimismo, deberá decidir en verano qué hace con Emerson, un lateral muy físico que causa sensación en el Betis. Su incorporación podría facilitar la venta de Sergi Roberto, por quien se podrían ingresar 40 millones de euros que serían muy bien recibidos.

La planificación, no obstante, pasa por Messi. El astro argentino lo condiciona todo. En el campo y en los despachos. Leo está por la labor de rebajarse el salario, pero el acuerdo no será fácil. Y mucho menos si el Barça se lanza por una estrella como Mbappé o Haland, fichajes que cuesta imaginar en un club con muchas urgencias económicas que ha encontrado la motivación perdida en el campo.

Con el parón de la Liga, en el Barça se habla más de futuro que de presente. Normal. Siempre ha sido así. Pero bueno sería que nada enturbiara el buen ambiente en el vestuario, que hace un año era un polvorín. Entonces, un Barça con más cartel era una ruina por culpa de la desidia, la desmotivación y la guerra soterrada entre los futbolistas y la junta directiva. Erradicado ese tumor, el equipo aspira a ganar la Liga y la Copa en una temporada que comenzó con un diluvio histórico y que puede terminar de manera antagónica gracias a la buena gestión de Ronald Koeman. El héroe de Wembley ha sido el mejor remedio contra la crisis en los tiempos más turbulentos. En dos meses, puede hacer historia por segunda vez.