Una de las leyes no escritas que son más practicadas hoy en día por los empresarios, a la hora de reducir plantillas y gastos en general, es la de convocar a aquellos empleados que más salario perciben a que acepten una indemnización y marchen de las empresas de manera amistosa. La estrategia de forzar al empleado a que marche enviándolo a galeras, defenestrándolo del cargo o darle unas funciones nada honrosas puede que continúen practicándose pero en menor medida. Ya no sirven.

Por esta razón me sorprende algunos comentarios que he leído en los que se apoya el “apartheid” al que está siendo sometido el joven Ilaix Moriba por orden del presidente Joan Laporta como una medida de fuerza para que renueve su contrato al precio que ofrece el club, y que, al mismo tiempo, semejante castigo -está escrito- sirva de ejemplo para el resto de la plantilla. Puede que Illaix no haya demostrado lo que creen sus representantes qué es y que le haga merecedor de un salario extraordinario. Pero el joven, una de las revelaciones de esa cantera que para algunos estaba enferma, forma parte del futuro del Barça. Ilaix no es pasado. Es presente y futuro. Hay muchos jugadores en este Barça que pertenecen más al ayer del club que al hoy, y sobre los que tendría que recaer la ley no escrita de reducción de gastos.

No es bueno para el Barça maltratar a una de sus promesas como lo está haciendo con Ilaix, al que ha enviado al B y al juvenil, en lugar de estar contando con él para el primer equipo. Hace muchos años, Josep Lluís Núñez utilizó la misma fórmula de apartar del equipo a un jugador. Bernd Schuster no era un canterano, pero si un crack joven que hubiese podido ofrecer muchos éxitos al Barça. Entonces Núñez se equivocó. Usted, Joan Laporta, recuerde que en la decisión más valiente que tomó en su época esplendorosa nombrando entrenador del primer equipo a Pep Guardiola lo primero que hizo éste fue quitarse unas vacas sagradas del vestuario y brindar total confianza a los jóvenes. No se equivoque.