Desconozco si en el momento de la publicación de este artículo, Gerard Piqué ha salido a matizar o a decir que se han malinterpretado sus palabras. La penúltima vez que fueron publicadas unas declaraciones suyas desde Nueva York necesitó aclarar en Instagram algún concepto relacionado con la negación de un permiso del entrenador para realizar un viaje y que cierta prensa entendió como que él se había pasado por el forro la orden de Ernesto Valverde. Piqué tuvo que explicar que había obtenido el permiso del técnico y aprovechó la ocasión para mandarle otro recadito a la prensa, no tan contundente y ofensivo como el del sábado: “La manipulación de los medios de mis declaraciones para vender más y crear controversia empeora cada vez”, dijo entonces.

Piqué tiene una particular batalla con la prensa desde hace algún tiempo. Abrió un fuerte frente con la de Madrid, que no lo traga porque lo considera un independentista, y también porque nunca se ha mordido la lengua a la hora de opinar sobre el club blanco. Ahora acaba de abrir otro frente, pero esta vez con la prensa catalana, que es la que quizás le ha reído más sus gracias, hasta el punto que más de un tertuliano lo considere el presidente del Barça del futuro.

En los tiempos que corren, que nadie se corta a la hora de decir lo que piensa, no vamos a pedirle a Piqué que lo haga. Él es un ganador de la vida. Es guapo, está casado con una cantante de renombre mundial que es millonaria, que le ha dado dos hijos preciosos, asegura que tiene más dinero que el presupuesto del Espanyol, es un gran negociador, acaba de revolucionar el tenis creando un modelo de Copa Davis que rompe con la historia de esta competición, domina las redes sociales y es un excelente defensa que lo ha ganado todo en el Barça. Piqué ha hecho siempre lo que ha querido desde pequeño. Nadie lo callará.

Pero lo que sí tendría que tener en cuenta y poner en práctica Piqué son esas palabras que pronunció después que el locutor Carlos Herrera lo increpara y que parece haber olvidado: “Mis padres me han enseñado otra cosa. Me han enseñado que el respeto es escuchar”. En esta ocasión, Gerard Piqué no ha tenido respeto ni por el periodismo, ni por el club ni tampoco por la junta directiva a la que tendría que tratar de usted y no de tú. Y solo por una razón, porque ahí él no manda. Puede que tenga galones en el vestuario por ser veterano, pero como futbolista no deja de ser un empleado del club.