Mientras la Eurocopa nos facilita las siestas y nos entretiene las cenas al fresco, una descomunal corriente de magma se desliza lentamente, centímetro a centímetro, a no tanta profundidad bajo nuestros pies. La caldera del Barça ha alcanzado en la última semana temperaturas nunca vistas, hasta convertirse en un río de roca fundida que busca cualquier grieta por donde aliviar la tensión. 

Al cierre a una más que brillante temporada de las secciones se ha superpuesto una ola de despidos en posiciones clave de la estructura de la entidad. Repentinas fumarolas de desazón han opacado un tanto el brillo de los títulos y han empañado el entorno en general. Gajes del cambio de guardia. Los reemplazos de Pimi, Amor, Xavi Pascual (el bueno), Nacho Rodríguez o Barrufet, más o menos justificados, son combustible para inflamar el crisol en cuyo interior cristalizará el Barça que quiere el presidente Laporta.

Pero la fuente de calor más intensa sigue siendo el mercato del primer equipo de fútbol. Presentado Kun, confirmado Depay y retornado Éric García, a quien algunos esperamos que la cantidad suficiente de presión subterránea acabe de transformar en diamante, el volcán de la renovación prometida por el president sigue activo pero dormitando. Las salidas más urgentes no se concretan, y el esperado efecto dominó que el cambio de aires para alguna de las nóminas más altas del plantel azulgrana pueda desencadenar tampoco encuentra el oxígeno que lo haga combustionar.

Pero el ardor no afloja. Una gota de sudor perla la frente del aficionado culé mientras lo azotan a diario grandes bocanadas de aire caliente en forma de trueques que no se sabe si pasan de la segunda llamada telefónica, renovaciones dudosas, amortizaciones que los contables del club echan humo por las orejas para cuadrar y una ristra de cambalaches que giran como fuegos fatuos alrededor de unos pocos personajes escogidos: Guardiola, Raiola, Orobitg...

La espantada de Wijnaldum al PSG fue como cerrar la tapa de una olla hirviendo: si ya se sospechaba que el Barça iba a tener muy difícil acomodar la plantilla a un entrenador viejo con un sistema nuevo (cuando se diseñó el plantel 2020-21 ni siquiera Koeman sabía que el 3-5-2 sería el único dibujo con el cual podría armar un Barça digno de tal nombre), la posibilidad de que realmente no pueda fichar ni colocar a futbolistas inconvenientes se volvió muy real durante la negociación con Gini, un centrocampista aseado a quien el culé ya se había acostumbrado, o quizá resignado, a querer.

En este Barça volcánico todo el mundo se prepara para una gigantesca erupción, pero quizá sea conveniente recordar que todo puede quedar reducido, como tantas veces en el fútbol, a una gran columna de cenizas y humo. Y no tanto por incompetencia, sino por impotencia. Desde luego, al menos no tanto esta vez como en épocas muy cercanas.

P.D.: Nos vemos en Twitter: @juanblaugrana