Recuerdo que uno de los libros juveniles de la serie 'Elige tu propia aventura' se llamaba La clave es Jonás. Y no es que el autor o los editores tuvieran especial gusto por los spoilers, sino que la misma y entretenidísima fórmula del libro (que el lector eligiera entre dos caminos narrativos para la historia cada cierto número de páginas) hacía posibles varios finales diferentes. La clave que desvelaba el título no era, por tanto, definitiva. Pero desde luego que condicionaba la lectura. Para el Barça post-Covid que empieza su defensa del título de Liga este fin de semana también existen varios desenlaces alternativos. Pero el título de este librito en particular está muy claro para mí: La clave es Luis Suárez.

Cuando el delantero charrúa colocó su rodilla bajo las virgueras manos del doctor Cugat allá por el mes de enero, lo más lógico era darle por desahuciado para la pelea por los títulos. Las últimas jornadas de Liga y una hipotética final de Champions eran sus metas más realistas por muchos plazos que acortara. Pero llegaron la epidemia y el parón, y la articulación que sostiene a esa estampida de un solo hombre que llegó al Barça en 2014 se ha curado.

De la Champions se puede debatir largo, tendido y hasta con frivolidad. A veces incluso la gana un equipo que la merece, como pasó con el Liverpool en la pasada edición. Sin embargo, en La Liga la curva de la fortuna queda aplanada con el tiempo. Y si hay una máxima que se cumple es que el equipo en la cabeza de la tabla que tiene a un delantero capaz de marcar 7 u 8 goles en las 10 últimas jornadas suele ver a su capitán reflejado en el trofeo. Esta temporada, el Barça no iba a tenerlo. Pero una anomalía cuántica permitirá que pueda alinearlo.

No me cabe duda de que, al grito de '¡Jumanji!', el '9' azulgrana será el alfa de la manada azulgrana. Su punta de lanza. Sus fauces. El papel de líder agitador le viene a Luisito como anillo al dedo, y por eso no me imagino a otro jugador más determinante para que los azulgranas se centren en el camino que los conduzca a campeonar de nuevo. Porque en este sprint por el título solo valen tres cosas: correr, arrollar al contrario y enchufar el balón en la portería cuanto antes mejor. Todas las demás sutilezas del juego, que son muy importantes, se vuelven secundarias en una competición a tan endiablada velocidad. Hágame caso, astuto lector: tres jornadas seguidas marcando el primer gol antes del minuto 15 y al Barcelona se le pondrá una cara de campeón tremenda.

Me consta que hay mucho barcelonista un poco desesperado por el fútbol de Suárez. Y es cierto que su efervescencia lo vuelve impreciso a menudo. Ese autopase que intenta continuamente ya no hay lateral en España que no lo sepa defender. Pero Luis es un cazador, y ahora no es tiempo de peloteo, sino de arco, flechas y gasolina. Lo que queda de temporada no será un ballet, sino un directo de Daft Punk a las cinco de la mañana. La hora de los rompepistas y las pinturas de guerra. En esas, que Suárez sea quien marque el ritmo es un regalo. Mucho más envenenado para los rivales que para los azulgranas, dónde va a parar.

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