El 'season finale' del año 2020 en el Barça se ha resuelto dejando al barcelonismo un sabor de boca dulzón, como corresponde al melodrama de manual. Pero también colgado de un cliffhanger tremendo, doble éxito de los guionistas. Pese al hálito feliz de disfrutar a un barcelona 'cruyffista' apabullando a la vieja usanza en Valladolid, ahora estaríamos todos en vilo, mordiéndonos las uñas por saber qué va a suceder en los primeros episodios de 2021, si no fuera porque estos días tenemos aún más plancha de la ya habitual y muy rugosa que traen consigo las fechas navideñas.

No es que esta noche y mañana vayamos a discutir con nuestro cuñado, no. Es que este año el muy cabrón se ha hecho virólogo para poder darnos la brasa con y sin mascarilla. Que se ha hecho el test de antígenos, dice, que no tenemos ni idea. Además, para llegar a pillar langostino del gordo y darle un abrazo a la abuela mirando para otro lado nos toca salida de casa de estrangis, o bien viaje de estraperlo. A lo mejor hasta una aventurilla para saltarnos el toque de queda. A bajas horas de la noche, y con la danzarina mezcla de turrón duro y champán todavía sin digerir.

Demasiado en nuestro plato con cenefa para asimilar también que Messi se marchó a Argentina al poquito de asistir, marcar y liderar en Pucela. Y que cuando vuelva podrá negociar con otro equipo si le da la gana. Después de liar la del burofax, ahora le sirve con el fax a secas. Con el whatsapp, si me apuras. Seguro que Guardiola ya anda enviándole memes protagonizados por los pitufos celestes y cantarines que pondrá a su servicio. Mientras Neymar le jura que Dios bendecirá y protegerá especialmente y para toda la eternidad a quienes levanten por primera vez la Champions en París.

La cosa es que a Leo se le nota ahora más vivo sobre el césped. Menos abúlico. Pero es imposible saber si es por hache o por be. Puede ser porque ha encontrado en la pelota, en Pedri y en hacer trizas el récord de Pelé la chispa que había extraviado desde que recogió cable en lo de largarse y empezó a perder 25 balones por partido. O bien porque se ve fuera del Barça, liberado de un peso sobre sus hombros que solo le compensa un equipo capaz de ganarlo todo. En estos días en su Argentina, Messi debatirá esta cuestión particular con sus familiares, sus allegados y, sobre todo, consigo mismo.

No me creo que la llegada a la presidencia de este o aquel candidato le influya demasiado. Con los años que Leo tiene ahora, Pelé ya solo jugaba exhibiciones. Seguir compitiendo en la élite es un objetivo enormemente ambicioso para él. Hacerlo con un equipo de imposible reconstrucción, por razones deportivas y económicas, directamente una quimera. Pero, ¿merece la pena echar un borrón a su historia en el Barça por ganar una Premier? ¿Por jugar otra vez unas semis de Champions, quizá?

Hace ya tiempo que Messi camina en equilibrio entre la dignidad y la pataleta. Ahora, además, lo hace sin una dimisión de Bartomeu que utilizar como horizonte al otro lado de la cuerda suspendida. Antes de marcharse a su país Leo nos ha dejado una entrevista en lo de Évole que se supone balsámica pero se intuye solemne. Un mensaje del Rey que bien podría ser el último. Se emitirá el domingo 27 de diciembre, el mismo día en que en Europa comienza la campaña de vacunación contra el coronavirus. Y Messi estará lejos. Como si quisiera recordarnos que su hogar no es este y nuestros problemas son los suyos solo hasta cierto punto.

Y eso es lo que duele de verdad en la situación con Leo: la muda distancia que precede al divorcio. Ojalá triunfe el amor, cualquier cosa es posible. Tampoco creíamos que hubiera vacuna para este año y aquí la tenemos. Pero, aunque después de ver a Leo en La Sexta se sienta usted capaz de respirar hondo, libre del virus del miedo a que el mayor cuento de hadas de la historia del Barça termine en amargo desencanto, no tire usted aún la mascarilla, astuto lector. Solo por si acaso.

P.D.: Nos vemos en Twitter: @juanblaugrana