El de Ronald Koeman es un fichaje más viejo que el fútbol. Bartomeu ha elegido a un técnico que tiene todo lo que necesita un presidente caduco, abochornado por una gestión errática y una goleada de escándalo: llega envuelto en una pátina de nostalgia por su pasado como mito culé (pocos jugadores merecen tanto ese calificativo como el rubio que embolsó la primera Copa de Europa), su último cargo ha sido el de seleccionador holandés (¡oh, la escuela 'oranje', la biblia futbolística azulgrana, La Masía!) y es bien sabido que no tiene escrúpulos para ajusticiar a los veteranos que estorben (pregunte a los exvalencianistas Albelda, Cañizares o Angulo, que solo pudieron elegir entre libertad o crucifixión).

Desengáñese, astuto lector: el mítico 4 de Cruyff no viene a resucitar al muerto, sino a remendar las vendas de la momia. Es verdad que hay duda de si se podía hacer algo más por un paciente cuya línea del electrocardiograma alcanzó esta temporada el plano más temido por los equipos de élite: ni una sola copa que llevarse a la boca para mitigar con un sorbo de triunfo el sabor a cenizas.

Ronnie lleva un par de años acomodado en la buena vida del national coach: mucho viaje, mucho restaurante bueno y poco madrugón. Pero tampoco se le puede acusar de ser un bon vivant si ha aceptado venir al Barça en este brete. 

Tintín tiene ante sí una aventura amarga en el país de los cero títulos. Pero hay algo a su favor: es un realista, no un revolucionario. Teniendo en cuenta cómo salió lo de traer al 'romántico' Setién, cuya idea operística del fútbol se diluyó entre los martillazos de la insufrible cumbia del vestuario, quizá no sea una mala idea. Recuerdo una vez en que Koeman tiraba una falta y la enchufó por toda la escuadra. El árbitro mandó repetir, Koeman plantó el balón de nuevo en el suelo y, con toda la tranquilidad del mundo, la metió por la otra escuadra. Lo que se dice un pragmático.

Lo peor es que al Barça le ha caído encima el auténtico fin de ciclo cuando le faltan euros en la tesorería y le sobran fichajes millonarios que no han dado la talla. O sea, en el peor momento institucional. Pero precisamente por eso un técnico sin estilo propio ni ínfulas de reinventar el fútbol se antoja lo más adecuado.

¿Se imaginan que Koeman pone a Coutinho a jugar de mediapunta? ¿Y a De Jong de pivote? ¿Y que a quien no sepa dar dos pases seguidos lo manda a la grada? Sería un cambio refrescante en un Barcelona abúlico y displicente, y ni siquiera haría falta la famosa mano dura. Con algún patadón de vez en cuando valdría. Y de pegar patadones, acuérdense, sabe este Tintín un rato.

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