Vuelve la Liga. A saco. Con 11 partidos en seis semanas para cada equipo. Mucha tralla en poco tiempo, a la espera de un mercado de verano condicionado por la crisis del coronavirus. 

El desgaste será importante. En seis semanas, los descansos serán mínimos y el riesgo de lesiones, muy elevado. También será escaso el margen de error para Barça y Madrid, pero también para la mayoría de equipos. El Espanyol, mientras, confía en un milagro para evitar una caída que podría ser traumática. Son muchos años en la cuerda floja con salvaciones milagrosas.

Quique Setién busca nuevos estímulos. El equipo estaba muy viciado antes de que estallara la crisis del coronavirus. Sin chispa en algunos casos y molestos con la junta directiva en otros, no era el Barça un equipo fiable. Sufría horrores para ganar a equipos de medio. La penas, acompañadas por los fiascos del Madrid, eran más soportables, pero la cosa pintaba mal.

El Barça, como siempre, depende de Messi. Si el crack argentino está bien, todo fluye fácilmente. Si está triste, el problema se multiplica. Con el regreso de Luis Suárez, Messi tiene un plus de motivación y Griezmann va como un tiro. Que los tres jueguen juntos no será fácil. Habrá muchos descansos.

Con poca rotación en defensa, el Barça no está para bromas ni excesos. A Setién le gusta Umtiti, pero el francés se rompe cada dos por tres. En las bandas, Junior tiene tiene nivel para jugar en el Barça y Semedo debería centrarse un poco. Ahora no toca irse de fiesta ni pedir un aumento de suelo.

El Madrid confía en Hazard. El mediapunta belga también se ha puesto las pilas. Zidane, siempre pragmático, confía en el sentido común para reactivar a un equipo más equilibrado pero sin la pegada de Cristiano Ronaldo. Mientras, Florentino va a la suya, más preocupado por las obras del Bernabéu que de cuestiones meramente deportivas.

Tebas, el presidente de la Liga, salvará el negocio. Un nuevo fútbol regresa a nuestras casas. Ya tendremos tiempo para días mejores. Ahora toca empacharnos de fútbol y esperar que no se nos indigeste. En juego hay mucho dinero. Y, para el Barça, nada mejor que una victoria tras otra para calmar su famoso entorno a un año vista de unas elecciones presidenciales que serán sonadas.