No sé, astuto lector, no sé. Vivo, como muchos otros culés y protestantes en estos días, braceando como puedo a través de un proceloso mar de interrogantes. ¿Pasaremos mis vecinos de La Castellana y yo a la fase 1 esta semana? ¿Cuándo podrá mi hijo ver a esa abuela suya que vive no ya solo en otra ciudad sino en otra fase? ¿Por qué se me empañan las gafas si meto el puto clínex en la mascarilla como explicaban las dos japonesitas de aquel tutorial? ¿Son las franjas para hacer deporte un sibilino plan para la limpieza étnica de los runners y los amantes del Tabata en los parques? ¿Me compro una cacerola con buena acústica o mejor dono ese dinero al Banco de Alimentos (se puede donar aquí ) ? ¿Habrá Liga? ¿Habrá Champions? Y ya puestos, ¿habrá todavía algún angelico que piense que de todo esto saldremos mejores personas? El tiempo lo dirá, pero un cálido sentimiento solaza mi espíritu: al menos hay portero.

Antes del maldito virus, Marc-André ter Stegen ya andaba intentando convertirse en el portero mejor pagado del mundo. Lo cual tiene su lógica... porque es el mejor. No sé a usted, pero a mí la mitología de Oblak se me cayó por los suelos como un fardo de patatas el día que él mismo hizo lo propio una y otra vez durante la tanda de penaltis de la final de Champions de 2016. Les recuerdo la hazaña: Lucas Vázquez, gol; Marcelo, gol; Bale, gol; Ramos, gol; Cristiano, gol. Luego que si el muro esloveno y que si las cámaras 360º de Movistar, pero desde aquella tanda el Atlético ha quedado a 11 puntos del Barça en su mejor temporada. Y los azulgranas han ganado dos de esas tres Ligas, claro.

Un posible interés del Bayern, que habría convertido a Marc en uno de los hombres más ricos de Alemania y en titular indiscutible en su selección, le servía de palanca en las negociaciones. Pero la renovación de Neuer hasta que lleve un segundo bastón ha enfriado un poco su argumentario. De todas formas, el Barça tampoco se puede hacer el estupendo. A este muchacho hay que tenerlo contento, porque es eso o que vuelva Dutruel, no hay más. No el bueno de Richard en sí, claro, sino el concepto de fichar al portero de la Liga más pintón que se ponga a tiro y rezar todo lo que sepamos. Posdata: sale mal.

Yo se lo digo de verdad, no tengo el cuerpo para más incertidumbres. Hasta que el rubio no firme la ampliación de contrato, en este blog está declarado el estado de alarma perpetuo. Me da igual que me dimita Marcos de Quinto o que me abrasen los pijos de mi ciudad con sus lágrimas de cocodrilo Lacoste. Me pienso quedar aquí pertrechado, bajando al supermercado y a la farmacia lo justo, esperando a que la directiva de Bartomeu cumpla una de sus últimas y más importantes misiones: cambiar el balón del escudo por la cara de Ter Stegen. Y sobre las aceras de Núñez de Balboa, pues mire, que decida el darwinismo, que yo tengo mucho teletrabajo que hacer.

P.D.: Nos vemos en Twitter: @juanblaugrana