Con Ansu Fati fuera de circulación dos meses más, Ousmane Dembélé, apartado por dar largas sobre su renovación y un ultimátum colgando en su cabeza como la espada de Damocles, Memphis Depay, jugando al despiste desde que Koeman fuera destituido, Ferran Torres, apareciendo poco a poco a cuentagotas después de tres meses de baja, Frenkie de Jong, con un pie y medio fuera del club este verano, Jordi Alba reclamando a gritos la llegada de Gayà, Sergio Busquets consiguiendo la reunificación del mundo árabe a través de las redes sociales en un clamor contra su titularidad y un Dani Alves cada día más tristón, al barcelonismo le quedan ya pocos asideros donde agarrarse.

Ya ni los Gavi, Nico, Abde o Araújo tienen el poder o el carisma que levantaron pasiones en sus primeros pasos en el primer equipo, aunque en honor a la verdad, si el equipo aún no está peor, es gracias al rendimiento espectacular de estos chavales, que pese a su juventud han sabido cargar la mochila de la responsabilidad del equipo en muchos momentos.

Ahora mismo, y con el nivel de depósito del optimismo en reserva, el único jugador que puede obrar el milagro, no ya de ganar un título, tras la eliminación de la Supercopa y la Copa, las opciones han pasado a ser ínfimas, sino al menos de acabar la temporada entre los cuatro primeros para garantizar una plaza de la Champions de cara a la próxima temporada, tiene nombre y apellido: Pedri González.

Su partido en San Mamés fue ejemplar. Pletórico de fuerza, al menos hasta que las piernas le aguantaron, fue de los pocos que fue capaz de salir airoso de sus duelos y domar a los leones en su propia jaula. Como un Ángel Cristo renacido, el canario se enfrentaba sólo ante una manada de felinos, agravada por la inoperancia de sus compañeros, que miraban atónitos el despliegue de facultades del jugador.

Tanto fue el cántaro a la fuente que finalmente Pedri acabó pidiendo el cambio: nada que preocuparse, cuestión de fatiga tras dos meses de inactividad. Antes, había enchufado un golazo estratosférico para poner de nuevo en órbita al equipo, pero fue un mero espejismo, porque los leones olían sangre del animal herido y fueron implacables.

Ahora, tras tirar dos títulos por la borda en una semana, llega el momento de la reflexión. Pedri ha mostrado el camino, quien no lo quiera o no pueda seguir ya sabe lo que hay: la puerta de salida es grande.

A Dembélé ya se la han abierto de par en par, pero hay muchos otros, que si bien este invierno aún se salvarán de la escabechina, más que nada porque en diez días hay poco margen de maniobra por muy Mateu Alemany que seas, se pueden ir preparando las maletas porque en julio estarán despidiéndose del Camp Nou, antes incluso de que le empiecen a remodelar de arriba abajo.