El FC Barcelona es el club de los líos. Del desencanto. En plena crisis por el coronavirus y con una deuda estratosférica, hasta nueve precandidatos aspiran a presidir la primera entidad deportiva de Cataluña. A falta de un mes y medio para las elecciones, la institución se desangra día tras día, mientras el grupo de Koeman se crece ante rivales de pacotilla y fracasa contra equipos con más empaque

El debate fluctúa de las sedes electorales a los estudios de radio y televisión. Un día aparece Jordi Farré anunciando que tatuará el escudo del Barça a todos los socios que le voten y lo deseen, y otro sale Víctor Font anunciando el fichaje de Jordi Majó para despedirlo horas más tarde. Joan Laporta, el más impulsivo de todos, de momento está tranquilo. En teoría es el candidato favorito.

Con una junta gestora que ya ha alertado de que la situación económica es delicada y algunas facturas no cuadran, el club está en manos de un equipo con muchos vicios y poco compromiso. El zarandeo inicial de Koeman surtió efecto, pero se diluyó muy poco y ahora todo son quejas al sistema del técnico holandés. Su fórmula suscita muchas dudas, pero algunos goles encajados tienen más que ver con la (falta de) concentración y la nula intensidad de los futbolistas.

Koeman intentó agitar al equipo con Pedri y Fati, pero la lesión del segundo fue un duro golpe para él. Ahora está en manos de las vacas sagradas y la cosa tiene muy mala pinta. Griezmann y Messi se estorban más que ayudan, Coutinho se ha diluido otra vez y Dembélé se lesiona cada dos por tres. Las estrellas del Barça siguen apagadas.

Los futbolistas han desconectado, a la espera también de las elecciones del 24 de enero. Ese día, el club tendrá nuevo presidente, pero los males endémicos no se arreglan en un día ni en un mes. Posiblemente, tampoco en un año. A partir de entonces llegará la hora de tomar decisiones y el futuro presidente debe ser valiente. En el Barça ya no hay intocables, al menos entre la clase noble de la plantilla, y tal vez llegue la hora de empezar de cero. 

Sin Messi, Griezmann, Coutinho y Dembélé, el Barça se ahorrará unos 180 millones de euros en concepto de ficha. En la cantera hay futbolistas ilusionantes y las inversiones tendrán que ser mucho más selectivas. Fichar por fichar o por intereses comerciales no acaba siendo una ruina, como bien saben muchos en el Camp Nou. Desde el expresidente Bartomeu a Messi, principio y final de un club que no supo digerir los atracones futbolísticos que se dio en el pasado. Y así está hoy, empachado y noqueado.